lunes, 19 de septiembre de 2011

Fic de San Valentín - Cap 5♥

―Tengo hambre.
―Hace poco estabas comiendo… ―musitó su voz cercana, mientras unas manos suaves le acariciaban el cabello. Estaba tirada a lo largo y ancho del pecho de Lance, sin las más mínimas ganas de moverse de allí. La camiseta estaba colgada al respaldo de la cama.
―Mm, buen punto, pero igual, tengo hambre.
―Puedes seguir comiendo si quieres…
―El hecho de que me llene la boca no significa que haga lo mismo con mi estómago.

Se quedaron un buen rato en aquel delicioso silencio, observando cómo los rayos de una tarde templada se colaban por la ventana abierta. Desnudos y distraídos en otras cosas como estaban, era difícil calcular la hora. Marianna abrió un ojo, dirigiéndole al despertador en su mesita de noche. Eran las dos y media de la tarde; Con razón su estómago exigía nutrientes. Con una flojera casi palpable, se incorporó lentamente. Su melena, antes esparcida por allí, golpeó contra la espalda bronceada a la vez que bostezaba de manera magistral, rascándose la nuca. Hubiese preferido quedarse allí otro rato más.
―Vamos a almorzar a la calle, no quiero cocinar ahorita.
Más que una petición, parecía una orden, muy, muy suave. Lance enarcó una ceja, mirando cómo se levantaba. Su figura sinuosa estaba casi directamente iluminada por la luz del sol, y la definida curva de su cintura era seguida por el moreno mientras caminaba hacia la ducha. La esperó un rato, hasta que una especie de grito le llegó a los oídos.

―Ven, Lance, el agua está perfecta…
El dudó unos momentos, pues aunque llevaba horas más que simplemente viéndola, aún le daba algo de “cosa” tenerla enfrente sin más vestimenta que su piel. Novato.
Algo que decía como “Desnuda que la naturaleza no se equivoca, y si te hubiera querido con ropa, con ropa hubieses nacido…”, salía de la lucha a un ritmo bastante pegajoso, junto con el sonido del agua cayendo. Abrió la puerta: Lo primero que vio fue un espejo-botiquín abarrotado al azar. La cerámica era de un tono crema (raro para los colores del resto del departamento), el lavamanos, pequeño… Y en una esquina, la… ¿ducha? ¿Bañera? Más rara que había visto en su vida.

Entró lo más silenciosamente que pudo, pero una especie de “aah” ahogado salió de sus labios, delatándolo. Marianna se rió suavemente, terminando de frotar el shampoo con un agradable olor a vainilla en su cabello. Al parecer, su desnudez no le interesaba mucho que digamos, y volteó sonriente, con el cabello lleno de espuma, para halar al joven de la mano. Lance se estremeció un poco al sentir el contacto con el agua. La chica seguía de lo más tranquila; Obviamente, no era una experiencia nueva para ella. En un gesto de ternura, Marianna le abrazó por la espalda, sin segundas intenciones (cosa difícil tomando en cuenta los dos bultos en su pecho que le hacían pensar en otras cosas), antes de secarse e irse a su cuarto.

Estaba contenta. Hacía muchos meses (demasiados quizá) que no amanecía en un departamento ajeno, para luego ducharse y huir. Adiós al susodicho, al compromiso, a todo. Pero, Lance tenía algo que le hacía querer despertar todas las mañanas así, tirada sobre él, hablando de tonterías. Para ir a almorzar. Sería genial (aunque era una fantasía, tomando en cuenta que ella estudiaba y trabajaba), tener a ese chico para ella sola por… mucho tiempo.
Se ató el sujetador negro (como casi toda su ropa interior), se puso la blusa, los shorts, los zapatos… A esperar al muchacho, se dijo a sí misma, situándose frente al espejo para recoger con extraño perfeccionismo su cabello en una cola de caballo. Él, imitando su gesto en la ducha, la abrazó por detrás. Marianna aspiró, relamiéndose los labios; olía a uva, otro de los champuses en su baño.
―Sabes, Lance, la intención de que me levantara y bañase, era para salir de la cama. No ayudas estando tan cerca.
―Pues la verdad no me molestaría volver ahí estando contigo.
―Ni a mí, pero, tengo ganas de comer algo con “nutrientes” ―resaltó la última palabra para evitar que sonara a… Otra cosa. El chico aún la tenía aún atrapada, y parecía meditar ese punto con toda la tranquilidad del mundo. Ya estaba vestido, aunque, le había prestado una playera de Julio -la otra estaba demasiado llena de alcohol con pelusas de debajo de su cama-, una negra sencilla.
Daban ganas de comérselo. Aunque, bueno, su obsesión malsana deformaría a Lance para hacerlo guapo aún vestido con un disfraz de animalito rosa.

―¿Alguna vez has viajado en moto? ―inquirió, mientras, bajando de la mano hasta el mismo lugar donde había iniciado la “fiesta” la noche pasada, las vecinas mayores comentaban al mirarla pasar. Ella tenía muchas relaciones rápidas, pero procuraba llevar la menor cantidad de hombres a su casa, primero, para evitar habladurías, segundo, porque, sencillamente, prefería estar en cualquier lado perdiendo el tiempo, mientras ella no tuviera que limpiar.
―No en realidad...siquiera viajo mucho en auto, siempre he preferido mis pies como medio de transporte ―caminaba muy cerca de ella―, ¿por qué la pregunta?
―Oh… ―Marianna sonrió de manera manipuladora ―, es que yo siempre viajo en moto, y la verdad no tengo ni la más mínima gana de viajar a pie hoy.
La miró fijamente, examinando sus gestos con cuidado para luego sonreírle de manera cariñosa acariciando su cabello, aún húmedo.
―Lo que tú quieras estará bien para mí, no importa lo que sea.
―Claro... ―ella hizo un gesto incrédulo, pegándose más a él. Eran la única parejita en el lugar y objeto de múltiples miradas ―, sugeriría algo pero... mira, es aquella.

Con una sonrisa casi maternal, señaló una Ducati, no la más moderna, pero si un vehículo llamativo. Una imponente motocicleta roja que admiró con ojos soñadores hasta llegar a su lado. Lance tragó saliva, y, soltando una mentira, habló con un evidente abatimiento en su voz.

―Eh...pues, está bien. Me parece perfecto, es muy bonita.
―Bueno, con tal de que sepas ponerte un casco, todo bien. Da igual que vayas detrás, es mejor eso a un accidente, ¿no? ―le guiñó un ojo con gesto simpático, subiéndose al vehículo. Ella no llevaba nada para protegerse la cabeza, ya que se lo cedió a él ―, póntelo y súbete.
―Ya está, supongo…
Ella arrancó con evidente placer al sentir la brisa en la cara. La escena sería muy extraña a los ojos de los demás, una adolescente con otro atrás conduciendo a una velocidad prohibida en aquellas calles, pero nadie se fijaba demasiado. Sólo se veía un borrón rojo y negro en el asfalto cerca de la acera, exepto cuando con frenazos secos se detenía frente a los semáforos esparcidos por la ciudad. Lance parecía a punto de vomitar cuando aparcaron frente a un pequeño negocio de aspecto refinado pero casual, con un letrero de madera que colgaba sobre las puertas de cristal. ¿Contraste o contradicción? No le importaba, lo único que quería era comer, así que ignoró las carcajadas nada disimuladas de su compañera para entrar al local, sin tomar en cuenta las personas que lo miraban extrañado.
Marianna tardó un poco, pero volvió con sendos vasos de refresco, una pizza familiar y dos postres con fresas en una bandeja. Mantuvo un precario equilibrio hasta llegar a la mesa.

―Para comer tanto mantienes un buen cuerpo ―comentó sorprendido el muchacho, aunque la mirada de deseo que le dirigía era…bueno, perturbadora.
―Gracias. Esta está recién hecha, tuvimos suerte de llegar antes de que otro la pidiera.

Comieron o, más bien, devoraron su “almuerzo” entre risitas. Él no parecía cansarse de verla hacer muecas, por más estúpidas que fuesen, y ella tampoco pudo resistirse a mirarlo como idiota apenas comenzó con su postre. Tenía una esquina de la boca sucia con la crema. Era deleitante mirar como sus labios entreabrirse para que la jugosa fruta entrara en ellos… Se sentía una morbosa.
―Quiero ser esa fresa ―dijo, apenas consciente de que hablaba en voz alta. Su novio la miró curveando el objeto de su deseo en una sonrisa, que se convirtió en risita apenas escuchar su sutil pero directo comentario… No era que se creyera especial, ni nada, pero se figuraba que ella estaría mirándolo mientras comía, total, había estado haciéndolo tooodo el rato.
― ¿No quieres?
Ella se acercó lo más que pudo a sus labios sin levantarse, devorando la fresa con ansias, pero no tantas como las que tenía el beso que le dio al chico cuando terminó.
Sin embargo… su rostro tenía una expresión seria, rara. Por primera vez, desvió la mirada a un sitio que no era alguna zona de su rostro.
― ¿Cuántos años tienes?
―Diecisiete, ¿por qué?
―Mierda ―torció el gesto ―, yo tengo dieciocho.
―Lo sé ―sonrió, dejando el cubierto sobre la mesa, con una cantidad considerable de postre en su copa, que extendió hacia Marianna. Esta miró las frutas con gesto aún pensativo...y su preocupación se torno más real, sin que pudiera disimularla en su rostro. ¿A qué se debía que quisiera lo que pasaba por su mente, a que se debía que apenas si pudiera disimular lo mucho que le importaban sus movimientos...? Quizá, habría algo más allá de la fuerte obsesión que estaba experimentando, porque las mariposas en su estómago que creía hacía mucho eran cadáveres, ahora aleteaban libres por todo su ser. ¡Qué complicado era todo eso!
Se llevó la otra mano a la frente, antes de volver a observarlo.
―O tú estás demasiado bueno, o yo soy demasiado estúpida.
―Yo…―él se sonrojó, nadie le había dicho eso de manera tan clara, pero antes de que pudiera seguir, su celular comenzó a vibrar en su bolsillo. Soltó una maldición baja antes de contestarlo, frunciendo los labios ―, joder…
― ¿Pasa algo?
―Tengo que irme, surgió un problema en el trabajo… Necesito revisar algunas cosas otra vez ―parecía muy molesto.
―Oh ―hizo un puchero. ¿Iba a largarse cuando estaba a punto de destruir su re-mentada barrera de niña mala? Le molestaba que la interrumpieran al hablar, y no podía dejar que se fuera sin decírselo. Al tratar de hablar se atragantó, y tuvo que buscar aire ―, bueno, si es importante…
Lance se levantó de la silla, pero en lugar de dirigirse a la puerta de salida, fue hacia ella, situándose a su lado mientras aún permanecía sentada, le apartó el cabello del rostro delicadamente y le dio un beso suave en los labios, separándose de ellos para recorrer con el borde suave de sus labios el rostro de Marianna hasta llegar a su frente para darle otro beso leve pero tierno.
―¿No quieres venir conmigo? No soportaría dejarte sola un minuto, aunque suene como un acosador.
―¿Es en serio?
―Si no te molesta caminar… ya que mi hermano usó el auto hoy.
Se le veía apenado, como si le molestase el hecho de tener que hacerla caminar, estaba considerando seriamente el comprarse su propio auto, para evitar más vergüenza en un futuro.
―Adoro caminar, por eso tengo tan buenas piernas… aunque, claro, preferiría ir en moto.
Su sentido del humor volvía a ser el de siempre, y le sonreía al tomarlo de la mano. Dejó los billetes en la mesa (antes de que él pagara), halándolo levemente hacia la puerta.
―Primero, le gustas a la camarera. Segundo...mmm... ―volvió a lucir reflexiva ―, te diría algo pero sonaría demasiado exagerado.
Se detuvo un momento, tomando los billetes con una mano mientras sacaba el dinero necesario para pagar de su bolsillo con la otra, dejándolo en la mesa junto con una propina para la camarera, extendiendo los billetes hacia ella, que los aceptó a regañadientes.
―¿Y segundo…?
Tardó un buen rato en decirlo; estaba algo perdida, así que supuso que ya estaban a varios metros del local. No encontraba las palabras que describieran sus sentimientos… sin que sonase demasiado estúpido para su gusto. Dejó divagar su mente un largo rato, antes de humedecerse los labios.
―Creo que estoy enamorada de ti.
Alzó la vista. Lace estaba pasando los dedos suavemente entre su cabello, tiernamente, pero su rostro lucía la decoración de una sonrisa muy estúpida y un sonrojo que rayaba en lo infantil.
―Me alegra mucho escuchar eso, porque yo no creo, sé que estoy enamorado de ti ―le besó la nariz juguetonamente, mordiéndosela ―, y me alegra mucho que lo dijeras estando…consiente.
―¿Consiente? ―ella enarcó una ceja tras la mueca graciosa que hizo al ser mordida ―, ¿cómo que consiente?
―Bueno, respecto a lo que dijiste, anteriormente también lo habías mencionado, pero creí que había sido sólo un impulso. No es algo que me digan seguido, al menos no directamente, normalmente entre las chicas sólo se secretean y hablan de mí, pero jamás pueden decirme los cumplidos a la cara, me hacen sentir… bueno, no importa mucho ―un ligero matiz de tristeza había manchado su alegre semblante ―, aunque eso es otra historia.
―¿Te hacen sentir…? No entiendo a esas tías ―bufó con gesto enojado sin esperar respuesta ―, ¿qué tanto les cuesta acercarse o algo? Es mejor arrepentirse de hacer algo que de no hacerlo, en serio. Vale, ya me estoy alterando de nuevo.
―En parte quizá es mi culpa por no hacerme notar, aunque siempre que quiero acercarme a alguien no soy muy bien recibido. Yo tampoco las comprendo, pero si no me dicen lo que sienten, es difícil que yo adivine, por ello solo he tenido una amiga en mi vida, los demás si bien no los puedo llamar amigos, son personas que…―hizo una pausa momentánea, reflexionando y acomodando un poco sus palabras ―, no me han juzgado.
―Tienes una manera tan extraña de ver las cosas… Sin embargo, prometo hacerte fácil el que te acerques a mí en cualquier sentido ―guiñó un ojo con un obvio sentido de perversión,
―Gracias, eso alivia. No sé en qué momento llegamos aquí tan rápido…pero la librería está doblando la siguiente esquina ―no quería llegar tan rápido, era agradable conversar con ella, pero tuvo que acelerar el paso, ya que su celular estaba vibrando de nuevo ―, dame un segundo…
Respondió de mala gana, desviando la mirada, hablando en susurros… parecía estar diciendo todas las groserías que se sabía junto con la risa más amarga que tenía.
Al final se detuvieron frente a una tienda de aspecto surtido, que le dejó una ligera
Sensación de dejá vù. Las personas entraban y salían rápidamente, con un paquete estampado entre sus manos. Le dieron ganas de comprar algo.

―¿Deseas esperarme aquí afuera o entrarás conmigo…? Adentro es un desastre, además no creo tardar. Arreglaré todo rápidamente.
―Oh, no, está bien ―sacó una chupeta de su bolsillo, no demasiado segura de porque estaba tan malhumorado, de hecho, ignoraba por completo el motivo. No le agradaba la gente en ese estado, era muy susceptible con ese tipo de cosas; temía que descargarse con ella le viniera a la cabeza ―, por el ánimo que llevas… ―se recostó de la pared, con gesto descarado. Quizá gritaría, o algo peor. No quería verlo peor. El cielo se estaba encapotando, tornándose de un tono grisáceo que le encantaba ―. Prefiero evitarme el show.
―Cuidado…―advirtió, sonriendo.

Apenas entrando, sintió que una piedra le había caído en la cabeza, pero se percató de que a sus pies estaba un libro que había prestado bastante tiempo atrás. Lo levantó y lo hojeó, encontrando entre las páginas una notita con un "gracias, imbécil" escrito en ella. Sonrió disimuladamente, recorriendo con la mirada todo el lugar.
―Muy bien… ¿DÓNDE TE METISTE? ―el grito de Lance fue tan potente que no dudaba que toda la cuadra lo hubiese oído. Afuera, por lo menos ella lo oyó, pero prefirió quedarse en su sitio, mirando como finas gotas de lluvia comenzaban a caer en el asfalto. Divertida contempló a las personas correr bajo el inminente aguacero.
Lance Miró todo a su alrededor, al parecer, le habían dejado el trabajo más pesado a él, igual que siempre. Había un montón de cajas aún selladas, mucho por acomodar, junto con un nuevo libro el cual parecía tener mucha demanda, sobre todo entre las chicas. Era una novela romántica de quién sabe qué autor, no le importaba mucho.

Estaba solo, así que se sentó en el suelo, abriendo el libro no sin antes echar una mirada a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie, y comenzó a leer el prólogo. Parecía interesante, ya que a él… bueno, le gustaban ese tipo de libros. Se mordió levemente el labio, completamente embobado con la lectura, cuando sintió la puerta abrirse con un chirrido que lo hizo estremecerse, soltando un grito.
―Pero quién…―sonrojado, trató de esconder el texto tras su espalda. Tragó saliva mientras miraba a la morena accesar a la habitación―, l-lo siento ―hablaba entrecortadamente, jadeando ―, te hice esperar mucho.
Por supuesto, luego de diez minutos afuera se había aburrido. Ella era impuntual desde que tenía memoria, por la genética, pero, detestaba estar esperando a la gente, en especial cuando esta aclaraba que se iba a “tardar poco”. Observaba a su alrededor un tanto distraída, hasta que posó sus ojos achocolatados en los de Lance, enarcando una ceja.
―¿Qué te pasa…? ¿Y qué escondes…?
―Nada, nada ―comenzó a ponerse nervioso de nuevo ―, no debí haber venido siquiera, una compañera se encargará de todo. Buscó desesperadamente la manera de seguir ocultando el libro, no quería devolverlo…así que no tendría opción. Aspiró hondo, dándose una palmada en la frente.
―¡Eh! ―con un movimiento rápido, le arrebató el objeto de las manos, ignorándolo ―, eh, este libro mola.
―Bueno, al menos no tendré que esconderlo camino a casa ―trató de reírse, pero sentía los labios entumecidos. Ella se rió, acercándose a robarle un beso para calentarle la boca, ahora mucho más flexible, para despegarse con gesto preocupado.
―Necesito pedirte varios favores.
―Claro, los que quieras…
―Necesito que…―hizo una mueca de intenso desagrado, como si la idea en sí la asqueara con solo pensarlo ―, necesito que conozcas a mis padres.
―Pues, dime como son… así sabré a que me arriesgo.
―Mi madre se parece mucho a mí, pero, es más estricta… Con los desconocidos. Ella en general es el problema, aunque, eres blanco, alto, estás buenísimo y tienes dinero ―esto último lo dijo con deje de amargura en la voz. Era algo que utilizaba muy poco, pero ese pensamiento le irritaba ―, quiero decir… No es que sea interesada, pero “No te he llevado hasta ese tamaño para que te líes con cualquier recogelatas”.
―No hay problema con eso si puede ayudar a agradarle a tus padres, haré todo lo posible para que me acepten ―soltó una leve carcajada y la tomó de la mano ―. Por ti puedo hacer lo que sea.
―Por amor a Drácula, que cursi suena eso.

Lo llevó hasta afuera de la tienda, ignorando las miradas furtivas de las que era víctima. Al parecer y por lo que oía de los trabajadores, no era común que “Kuran” anduviera por allí cogido de la mano con una chica. Trató de ver la escena desde afuera; Un par de adolescentes caminando juntos por las calles de Madrid cogidos de la mano. La chica, una morena con cara de ninfómana –soltó una risita ante ese auto-calificativo -, que andaba en shorts a las tres de la tarde, con un libro empalagosamente cursi apretado contra su pecho. El chico, una persona bastante alta (con decir que era más alto que ella bastaba), que no dejaba de mirarla y parecía sentir que el mundo le pertenecía por el simple hecho de tenerla caminando a su lado. No debía ser algo muy común de ver, ¿o sí?
―Mmm, apenas son las tres. Podría ser hoy mismo, claro, si tú quieres y no tienes nada mejor que hacer.
―Por supuesto, hoy planeaba estar contigo solamente, y si deseas que vayamos con tus padres, que así sea.
―Conmigo solamente, huh…―arqueó una ceja. Marianna amaba a su madre, pero la idea de presentarle un chico le resultaba aterradora. Preferiría, incluso de buena gana, luchar con una serpiente de siete cabezas ―. Será una tortura.
―Habrá que intentarlo… Supongo que no luzco tan mal, o al menos eso quiero creer.
―Te ves…Bien. Pero ―ya podía visualizar su motocicleta, así que comenzó a caminar más despacio ―, no tienes idea de lo mucho que me gustaría que estuvieras en mi cama, sin nada puesto.

Soltó una carcajada al ver su rostro ruborizado.

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Al bajar ambos de la moto frente a la casa, Marianna tardó algunos minutos en quitarle el casco a Lance. Aunque lo habían hecho miles de veces, trataba de ganar tiempo en el broche, pero no es mucho lo que eso puede dar. Un suspiro magistral salió de sus labios al tener el implemento en la mano. Con la otra se haló el rostro hacia abajo, torciendo el gesto.
Se veía incómoda de una manera que no había estado en mucho tiempo, pues no recordaba haber llevado a un amago de pretendiente a casa de ellos JAMÁS. No quería imaginar su reacción al presentar al chico pálido de facciones hermosas como su… novio. Puaj.
―Bien, directo a la boca del dragón ―susurró, avanzando por el sendero de piedras labradas.
Lance caminaba a su lado con la respiración acelerada. No había estado así de inquieto en mucho tiempo, pues no recordaba haber tenido un motivo para arriesgar su serenidad, pero ahora ese motivo caminaba a su lado, y no quería, ni podía decepcionarla por nada del mundo.
―Está bien.
―Ah, lo olvidaba.

Se detuvo con una sonrisa, algo forzada, pero sonrisa al fin y al cabo, para abrazarlo muy fuerte, de una manera que hizo crujir sus costillas (o quizá fuese imaginación suya), antes de besarlo profundamente. Sabía que esa gracia no podría hacerla, ni de coña, frente a sus padres, a menos que quisiera un sermón luego de que el chico se fuera.
Aunque ella se iría con él, ¿no?
Apenas terminar avanzó, aún nerviosa, tocando el timbre. Una voz aguda respondió “ya voy”.
Marianna jugó con sus dedos hasta que la puerta blanca se abrió, dejando ver un rostro bronceado cuyo marco era un cabello casi rubio, que pronto se vio adornado con una sonrisa de oreja a oreja.

―¡Maiky! ―gritó la joven, arrojándose a los brazos de su sorprendida hermana, que no esperaba verla allí. Sin embargo, era una buena entrada. Su novio miraba a la chica que se ahora estaba en sus brazos con gesto de sorpresa. Después de verla tan nerviosa, no esperaba una bienvenida tan… Cariñosa. Prefirió mantenerse callado mientras las dos mujeres intercambiaban afectuosos saludos, curvando sus labios en una leve sonrisa.
―¿Y quién es la estatua que te acompaña? Que por cierto ni mal está ―luego de desembarazarse de Marianna, la chica de alborotadísima melena casi dorada observó al chico con un escrutinio carente de disimulo ―, ¿un compañero de trabajo?
―Esto, Nana…Este es Lance Kuran. Mi novio.
Primero hubo un silencio sepulcral. Luego, “Nana” soltó una carcajada, pero al ver la cara sonrojada de su hermana, pasó la mirada de ella a Lance y viceversa.
―Jamás imaginé oírte decir esas palabras, pero, no es por nada, tú novio está buenísimo― miró al chico con una sonrisa muy amable, contagiosa ―. Si, el descaro es genético. Vamos, pasen, mamá y papá están almorzando.
Ambos entraron a la casa tras ella, pero antes de hacerlo, Lance se agachó un poco para susurrarle al oído: “Estoy dispuesto a enfrentarlos”.
El pasillo decorado en tonos crema, similares a los de su baño, estaba desierto. Nana no los guió al comedor, sino que se fue directo a la sala, dónde estaban dando su show de televisión favorito. Su hermana caminó delante del moreno hasta la habitación, tapizada de ladrillos en un tono claro, con piso de parqué. Era un ambiente cálido, elegante, donde sus padres departían cómodamente.
Se aclaró la garganta para llamar su atención; tanto Maritza como Enrique voltearon con gesto curioso. Los ojos de la mujer pasaron de Lance a Marianna sin decir pío por varios segundos.
―Hola, querida ―murmuró de modo cortés, levantándose ―, tiempo sin verte. Aunque me siento confundida… ¿quién es el muchacho que te acompaña?
La chica miró a su novio en busca de apoyo. Este se hizo a un lado el cabello que le caía en la frente, acercándose a la mesa. A pesar de que su corazón iba a estallar, a simple vista tenía una pinta segura, decisiva. Extendió la mano hacia la señora, que parecía entretenida observándolo.
―Me llamo Lance Kuran, y soy el novio de su hija, es un placer conocerla.
―Novio.
No era una pregunta, ni tampoco una afirmación. Solo la constatación de un hecho con voz en extremo incrédula. Sin embargo, la señora podría ser de todo, menos descortés, y extendió la venosa mano para estrechar la del muchacho.
― ¿Desde hace cuanto si se puede saber?
―Un mes ―mintió la chica en su defensa, con toda la naturalidad del mundo. No sonaría demasiado lógico que Marianna les fuese a presentar un chico que conocía desde…Ayer ―, sólo que, bueno, no tenía demasiadas ganas de formalizar así que por eso tardé en presentarlo, pero ahora sé que lo quiero y quería que vosotros lo supierais.
―Tú novio necesita un corte de cabello ―sonrió el jocoso padre, contemplando el largo cabello de Lance, pero esa fue toda su reflexión. Pronto volvió con el plato de comida tailandesa.
―Etto, y, bueno, ¿qué piensas?
―Qué Lance necesita un corte de cabello.

Marianna se rió. Si eso era todo lo que iban a decir, lo aceptaba de buena gana… pero sus esperanzas eran plenamente infundadas. Más que una petición, su madre les ordenó con un gesto que la siguieran a la sala para lo que la chica llamaba “la interrogación”. Esta estaba decorada de manera similar a la de la cocina, con múltiples libreros esparcidos por allí y una chimenea que en ese momento estaba apagada.
― ¿Y de dónde eres, Lance? ―inquirió, ya que estuvieron sentados.
―De Italia, señora. Pero vivo aquí desde que mi padre se marchó al ejército, dejando a mi hermano a mi cuidado.
―Interesante. Supongo que, eres mayor que Mariana, ¿o me equivoco?
―Sí, tiene veinte ―mintió la joven, sonriente ante el aplomo del chico y sujetándole la mano con cariño. Procuró no mirarlo demasiado, porque en ese mismo momento estaba deseando haberse quedado en la cama… alejó esos pensamientos de su cabeza, admirada de cómo le lograba mantener la mirada a su madre ―, obviamente.
―Ajá. ¿Y qué planeas estudiar?
―Estudio filosofía y letras los fines de semana, el resto de los días estoy algo ocupado con los trabajos de la librería, además de los quehaceres de la casa.
―Ah, ¡trabajas! ―en los ojos de Maritza chispeó la aprobación. Marianna sintió deseos de llevarse la mano a la frente ―, eso es una excelente noticia. Nuestra Marianna se la da de independiente ―la aludida hizo una mueca ―, pero merece alguien que pueda complacerla, perdón si suena algo… materialista.
Ella de pronto comenzó a reír entre dientes. Por supuesto, el verbo le traía otros recuerdos de la noche anterior, totalmente ajenos al mundo materialista. Maritza la observó como si estuviera teniendo una especie de ataque, a pesar de que no había soltado siquiera una carcajada.
―No te preocupes, mamá… ―Marianna dejó de reírse, mordiéndose los labios y mirando distraídamente al chico ―, Lance sí que sabe “complacerme” ―sus padres volvieron a quedarse con la vista fija en ella, aunque podía sentir como Adriana luchaba por no reírse cerca de la puerta, al parecer, era la única que había captado la idea. Maritza tardó un poco en volver a hablar.
―Y, ¿vives en su edificio?
―Pues, la verdad es que no…
―No, no vive en mi edificio, lo conocí… En el parque que hay cerca ―respondió con tranquilidad, bebiendo un sorbo del café que le ofrecía su hermana, que dejó la bandejita con café, crema y galletas en la mesita.
―Ah, ese lugar. Bien, bien… ―parecía una de esas profesoras desagradables que amaban hacer sufrir a los alumnos.
―¿Planean casarse pronto? ―inquirió su padre, sonriente, mientras entraba a la habitación por una taza de la humeante infusión.
Marianna escupió un poco del líquido. ¿Ella, casarse? ¿No había dicho que se conocían hace un mes? Era irrelevante que se conociesen desde ayer, ellos pensaban que no era así. Casarse con un mes de haberse visto por primera vez era irracional incluso para ella.
―¡Anda, que es broma! ―aclaró el hombre calvo de aspecto bonachón, divertido con la expresión aterrada de su hija.
―Ufff, no me déis esos sustos ―murmuró la chica, rodando los ojos ―, ¿qué, te comió la lengua un gato, mamá?
―No, estaba pensando que es interesante la pregunta de César, ¿esto es algo serio? es decir, ¿planeas que sea serio?
―Por mi parte, lo es. Por eso planeo dedicarle a su hija el tiempo que me sea posible, darle lo mejor de mí, para demostrarle que voy completamente en serio.
Los tres se quedaron algo callados durante unos largos segundos, pero Maritza pronto reanudó la interrogación, con preguntas menos… serias.

Duró casi una hora investigando sobre la vida del joven, hasta que Marianna alegó que tenían un “compromiso urgente”, aunque en realidad lo único que quería, era largarse. Le debía mucho, muchísimo a Lance por hacerlo pasar por aquello. Su hermana se despidió con cariño, abrazándola de nuevo, pero ella estaba más que feliz apenas se cerró la puerta. Procuró caminar con naturalidad hasta su motocicleta e incluso le cedió el casco a Lance sin mucho romanticismo.
…Claro que, al bajarse en el estacionamiento del edificio, no lo violó para no causar revuelo a las pocas personas que estaban allí. Casi llora de agradecimiento al abrazarlo.
―¡Gracias, gracias, gracias! ―musitó. Él parecía sorprendido, pero estaba igualmente satisfecho de haber salido con vida, y, según sus cumplidos, incluso bien parado.
A pesar de las miradas reprobatorias, Lance la llevaba a caballito; Total, era bastante delgada y al parecer el bastante fuerte. Podía deleitarse mordiendo su cuello disimuladamente, aunque, claro, los vecinos no dejaban de criticar en voz baja.

Cosa de todos los días.

No recordaba lo hermoso que era su departamento. Con euforia se quitó la ropa para ponerse algo más cómodo. Lance la miraba tentado a tocar, pero ella tenía hambre otra vez, era hora de cenar y dudaba que su novio tuviera ánimos de cocinar. Sin mucha preocupación preparó omelettes de queso y unos vasos de malteada, acompañados, por supuesto, de los muffins de la tarde anterior, ahora con una capa de nutella. No comieron en la mesa; con una mesita auxiliar, se dieron el lujo de cenar sobre la cama. Lance andaba en bóxers, pues era más cómodo estar así.

Allí tirada, al terminar, con los platos sin fregar en la cocina y la cabellera de Lance esparcida por su pecho, pudo hablar del tema.
―Etto, Lance…―murmuró, nerviosa y dejando de juguetear con su cabello.
El chico alzó la mirada hacia arriba, donde podía divisar la barbilla de la joven. Estaba cómodo entre sus pechos, a pesar de que a causa de eso un ligero sonrojo llegaba a sus mejillas.
―Lo que le dijiste a mi madre, ¿iba en serio? ¿De verdad planeas quedarte conmigo?
Lance miró a la chica, que estaba ligeramente sonrojada, incorporándose hasta alcanzar su rostro y tomarlo entre sus manos. Robó su mirada con una mezcla de seria ternura.
―¿Crees que, a estas alturas te mentiría? A pesar de que nos conocimos hace apenas un día, ya me has hecho hacer cosas que por nadie más hubiera hecho ni en mis sueños más locos.
―Ow. Eso es… genial ―no se le ocurría otro adjetivo para describirlo ―, ahora, me falta a mí decirlo. Tú me lo demostraste hoy ―lo besó suavemente en el cuello al abrazarlo con una mano, pues en la otra tenía el frasco de golosina ―. Te amo.

Entonces, algo de la nutella que se estaba tragando cayó de su dedo al nacimiento de los senos. Ni fue la única que se dio cuenta; Lance siguió la trayectoria de la gota con los ojos, así que sonrió de una manera casi maquiavélica, invitando al chico a limpiarla. Él se contagió de su gesto, y con delicadeza haló el escote de la blusa hacia abajo, limpiando la piel con suaves lamidas que dejaban una marca húmeda. No parecía satisfecho, así que bajó los tirantes de la prenda para que ella se la quitase. Ella no llevaba nada debajo, como era su costumbre al estar en la casa; pronto tuvo los suaves senos en su boca. Parecía más que complacido con los gemidos de Marianna, que se arqueaba contra su cuerpo. La cama era grande y le permitía moverse bastante, así que cogió el frasco de la sustancia para untar del piso, dónde lo había dejado la chica, colocando un poco en el hueco del cuello, los pechos, los botones...Ella enarcó una ceja, a pesar de que estaba más que excitada.

―Así que eres un pervertido…―murmuró, a la vez que, sin contestar, Lance volvía a lamer los rígidos botones, ahora untados de dulce, con una cara de satisfacción inigualable. Sin poderse contener, clavó los dientes en uno con todo el cuidado que pudo. El resultado fue un grito contenido que se convirtió en música para sus oídos. Se inclinó hasta su oreja, aún con una mano acariciando sus pechos de forma circular, mordisqueando el lóbulo con lujuria. La piel de su nuca se erizó apenas la sensual voz del chico aduló sus sentidos mientras le hablaba muy despacio.

―¿Sabes? Me estoy haciendo a la idea de lo delicioso que sabría esto ―pasó los dedos llenos de chocolate por su boca entreabierta, disfrutando especialmente la manera en que ella los lamió de manera sugerente, haciendo referencia a “otra” cosa ―, en otra parte de tu anatomía…
―¿Seguro?
―Mientras a ti te guste…

Deslizó su mano hasta la entrepierna de su novia, y la manera en que exhaló el aire fue una aceptación bastante obvia. Resbaló la lengua desde sus labios (en los que se entretuvo un largo rato), pasando por los senos, de nuevo, el vientre…la parte interna de sus muslos, hasta llegar a la entrepierna. Marianna tragó saliva, pero se olvidó de la ligera vergüenza que aquello le producía apenas el húmedo placer entrar en contacto con su intimidad.
―Lance…
―Estaba en lo correcto ―musitó, deteniendo su labor un momento. Tenía los labios mojados y curvados en una sonrisa extraña ―, delicioso.
Luego de algunos minutos se levantó al causar el orgasmo deseado. La visión de la chica desnuda, jadeante, con las manos aferrándose a las sábanas, era embriagadora. Se relamió.
―Perdóname por parecer un pervertido Marianna ―metió las manos bajó su cuerpo, acariciando su trasero con delicadeza antes de sentarla sobre su miembro, completamente despierto, uniéndose en uno. No recordaba que él hubiese pronunciado su nombre antes, pero se oía genial―, es que…
Ella no lo dejó hablar, sellándole la boca son su lengua mientras se ponían en una posición más… cómoda para poder maniobrar. Demonios, eso se sentía demasiado bien para ser legal.
Esa noche, dormiría su puta madre.



Me gustó la longitud. El próximo capítulo de toca a tí, Monchi e-e
espero te guste esto, btw.
te adoro <3

domingo, 17 de julio de 2011

Fic de San Valentín - Cap 4 ♥

De rápidos tragos terminó el líquido, que ardió ligera y deliciosamente al pasar a través de su garganta. Había durado muy poco.
-¿No se te apetece otra? –preguntó Lance, mirándola. Él también tenía vacía la suya.
-¡Desde luego! –su voz había sonado algunas octavas más agudas de lo normal debido a la ligera euforia causada por el alcohol. Marianna tenía una tolerancia bastante aceptable al alcohol, pero cuando la primera gota tocaba su lengua se ponía loca… Bueno, más de lo normal. Se quedó observando el lugar, entretenida, mientras su pareja iba a por una nueva ronda. Varios atuendos le gustaron; Había una rubia con un par de Manolo Blahnik’s envidiables. En cambio, otros… ¿quién demonios combinaba esos colores tan chillones en un solo vestido?
Levantó la mirada cuando pusieron frente a sí otro trago de vodka.

-Qué lo disfrutes –deseó el moreno, sonriéndole ¿coquetamente…? Vaya.
-Muchas gracias –ella le devolvió la misma sonrisa, degustando la bebida otra vez. La roja y jugosa fresa que la acompañaba hizo que se le antojara un caipiroska, pero ya tendría tiempo de ordenar uno después; la noche era joven. Al volver en sí otra vez, Lance estaba muy cerca. Demasiado cerca de hecho… Tenía uno de los deliciosos frutos rojos en la boca, curveada en un gesto que consideraba seductor. Ella le siguió el juego, tomando la fresa con los dientes. Esta se quebró en una mitad para cada uno. Al terminar de comerlas, acabaron en un beso con sabor a etílicos y fresa.
Empezando, parecía solo un simple roce de sus labios, pero estos se entreabrieron. Cuando sus lenguas se encontraron, Marianna aprisionó el cuello de Lance con fuerza, sintiendo las manos del joven en su cintura y muchas miradas en su espalda. Al separarse, se dio cuenta del público sorprendido (e incluso envidioso) que habían creado, fruto de su carencia disimulo, pero, ¿qué más daba? Allá, en una esquina, dos parecían estar metiéndose mano. Claro, en la esquina, no donde todos les podían echar un vistazo.

No sabía qué la euforizaba más: O los besos de Lance, el alcohol, o la perspectiva de toda la noche que les quedaba juntos. Se dejó guiar hasta el centro de la pista de baile, feliz, donde ya la gente estaba disfrutando de un baile lento, romántico. No tenía nada en contra del vals, de hecho, en otro contexto, otro momento, le hubiese gustado mucho, pero una sola palabra llegó a su cerebro ligeramente alcoholizado: Aburrido.

-¿A qué ritmo te gustaría moverte? –inquirió Lance.

Ella le guiñó el ojo con ademán cómplice, dirigiéndose a la "caja de música". Deslizó con discreción un billete hacia la cabina, le dedicó una sonrisa al hombre y se volvió hacia su pareja de baile, con una pose que le pareció extraña hasta que los primeros sonidos de la percusión hicieron eco en el lugar, sorprendiendo a las parejas que, previamente, habían estado tan pegadas bailando esas cursis melodías. Marianna dio dos giros antes de sujetarse a Lance, que supo adaptarse perfectamente al ritmo; Ambos estaban en el centro del lugar, girando eufóricamente ante el alegre son de la salsa casino que inundaba todo el lugar. Supuso que era extraña la escena. Dos (prácticamente) adolescentes, una vestida de morado con una prenda que no cubría mucho cuando Lance la sostenía en el aire, un chico de converses sin smoking y ambos bailando…salsa.
Aunque cierta parte de la mente de Marianna estaba decepcionada por no poder estar más cerca, le agradaba, de alguna manera, ser el centro de atención; al menos en ese ámbito. Cada giro, cada vez que levantaba la pierna, cada suspiro profundo de la multitud al pasar por debajo de Lance, era sencillamente emocionante. Al terminar la canción, ambos jadeaban, pero ella estaba más que satisfecha. Bailaron unas cuentas piezas más, hasta que su sed se desató de nuevo. Ocuparon una mesa cerca de la barra, discutiendo que iban a ordenar. Ella seguía con la idea fija del caipiroska, pero eso era una bebida preparada. No la vendían por botellas, y en la cara del muchacho se veía que tenía ganas de beber más que una copa. Cuando se pusieron de acuerdo, fue ella quien se puso de pie para ir a pedirlo. Ni un solo minuto dejó de sentir la mirada del chico en sus piernas, mientras iba hacia el cantinero.

-Una botella de su mejor vino de fresa, por favor –ordenó. El hombre, a su pesar, interpretó al parecer su cortesía como interés, y su actitud se mostró (lo que él pensaba) seductora. Tuvo que reprimir un gesto de asco cuando le dedicó una sonrisa.
-Cortesía de la casa.
Antes de que pudiera siquiera cogerla, sintió que la sujetaban de manera casi brusca, besándola en la mejilla… ¿qué hacía Lance levantado?
-Etto…-musitó, preocupada, pero sin embargo, reconfortada al estar entre sus brazos. Se le subieron los colores a la cara, preguntándose si se veía como una chica siendo “protegida” por su novio o como una mujer sometida por su marido. Bah, que preguntas tan importantes. Él, por su parte, sonreía de manera prepotente.
-¿Dices que nos vas a invitar esa botella, no?
-S-sí, aquí tienes.
El hombre parecía aún asustado mientras Lance extendía la mano para tomar, o más bien, arrebatar la botella de su mano sin dejar de mirarlo de arriba a abajo, como advirtiéndole que no posara su mirada dónde no debía. Marianna, más que asustada, estaba divertida con su actitud; Jamás hubiese imaginado que alguien con su porte y personalidad fuese… inseguro. Mira que cambiarlo a él por ese señor, hubiese sido una idea solo capaz de concebirse en la más estúpida de las mentes.
Al llegar a su mesa, parecía querer disculparse, pero ella no le hizo caso.
-Que tierno de tu parte… pero los besos en la boca son mucho más ricos –Lance agachó un poco el rostro, riéndose por lo bajo, antes de tomar el rostro de la joven entre sus manos, dándole el gusto de un beso profundo, quizá desenfrenado, haciéndola estremecer. Terminó mordiéndole los labios, y Marianna disfrutó la extraña agudez de sus colmillos, antes de verlo sonreír de manera tierna.

-¿Así te parece bien?
-Así está perfecto. Por cierto, Lance, ya que hemos utilizado los labios de todo, exepto para hablar… -ambos rieron con suavidad -, dime, ¿Por qué un chico como tú tardó tanto en invitar a una muchacha a un…? bueno –miró el boleto -, se supone que esto es un baile, pero más bien lo considero una entrada gratuita a una discoteca carísima.
El tardó un buen rato en contestar, observando su copa.
-Temía que me rechazaras…
-¿Rechazar a un tipo como tú? –la muchacha enarcó una ceja, reprimiendo los impulsos de soltar una carcajada -, ¿Alto, guapo y además adorable? Has de estar drogado. Oh, no, el vodka ya se te subió a la cabeza.
-No, es en serio.
Marianna se levantó, rodeó la mesa… y con descaro se le sentó en las piernas. Ya tenía toda la pinta de estar borracha, pero, las apariencias engañan, ¿no? Lance tragó grueso, sujetándola por la cintura por el inconsciente miedo a que se cayera.
-A ver, Lance… Tengo dieciocho años, pero AMO las relaciones de una noche, ¿sabes? Generalmente me visto con la primera playera y jeans que encuentro para ir a una cita –él parecía confundido, pero más que todo, preocupado -, en cambio, hoy me puse un vestido. Estoy PEINADA –enfatizó la palabra con una extraña risita-, sonará muy estúpido proviniendo de mí, pero tienes algo que me hace desear que en esto que tenemos, haya mucho más de una noche.

Mariana fue interrumpida cuando iba a comenzar otra frase. Escuchó, de pronto, gritos agudos y una algarabía inundó el lugar. Muchas chicas miraban al presentador en la tarima al fondo, que no había visto antes. Si tanto alboroto se debía a su físico, otra vez afirmaría no entender a su género: Era rubio y blanco, pero hasta ahí. Su ego parecía crear una desagradable barrera, al menos, para ella. Siguió mirando a Lance hasta que una palabra captó su atención... "karaoke". Entonces, torció los labios y desvió la mirada hacia un punto inexistente. Lance pareció percatarse de lo que deseaba; lo observó terminarse su vino apresuradamente, antes de que se levantara de la mesa, llevándola a la tarima. La chica cantaba algo cuyo coro reconoció.

De pronto, el casi celestial inicio de “The only hope for me is You” inundó el lugar. Mariana cogió el micrófono; Parecía nerviosa, cosa que no encajaba dado los múltiples actos que rayaban el el exhibicionismo que había hecho durante la noche. Su voz se quebró un poco al iniciar, pero al avanzar cobró una fluidez bastante agradable.

Parecía nerviosa, cosa que no encajaba dado los múltiples actos que rayaban el el exibicionismo que había hecho durante la noche. Su voz se quebró un poco al iniciar, pero al avanzar cobró una fluidez bastante agradable.Comenzó a entonar las primeras notas mientras se escuchaba la guitarra eléctrica que acompañaba el celestial sonido de la canción.Comenzó con una voz suave:

Where
where will we stand
when all the lights go out
acrros the city's streets
where, were yoy when
all of the ambers fell
I still remember there


No podía evitar mirar a Lance, que la contemplaba sin perderla de vista mientras cantaba, Por momentos se ponía algo nerviosa, pero después de unos cuantos altos y bajos de su voz, logró adaptarse a la canción perfectamente, comenzando a entonar enérgicamente los coros:


If that's the best that I could be
Than I'd be another memory
Can I be the only hope for you?
Because you're the only hope for me
And if we can find where we belong,
We'll have to make it on our own.
Face all the burn and take it out
Because the only hope for me is you


A pesar de que la canción no había concluido, dirigió una última mirada eufórica al chico. Deseaba seguir con el micrófono en mano, pero su tiempo se había acabado y ya era turno de que alguien más fuera el centro de atención. Lo cedió a la siguiente persona en la fila para ir al lado de su pareja quien le acarició uno de los mechones del cabello, tomándola nuevamente de la mano.

-No sabía que cantaras tan bien, no dejas de sorprenderme.
-Genial, soy una caja de sorpresas morada –bromeó, guiñándole un ojo.

Al llegar a la mesa, pidieron otra ronda de vino (junto con el caipiroska de fresa de la chica), que desapareció inmediatamente, ambas copas volvieron a llenarse una y otra vez… Hasta que se dieron cuenta de que la botella ya estaba vacía. Lance pidió otras dos; de nuevo, las copas rebosaban del néctar color vino tinto. Marianna estaba mareada, las cosas un tanto borrosas para sus ojos , sin embargo, no en total estado de ebriedad…Pero quería irse con “Lanci”(había susurrado eso en un mal chiste contado mientras bebían) a un lugar más privado, así que no estaba de más exagerar un poquito.

-¿Deseas…irte…ya? –musitó él con su voz quebrada debido al alcohol. Sexy.
-No sin antes bailar una pieza más.
Esta vez, sonaba la misma música del principio, algo lo suficientemente lento para el estado en que ambos se encontraban. Casi tambaleantes, caminaron hasta la pista; Marianna envolvió con sus brazos el cuello de Lance por enésima vez para poder inhalar su aroma a alcohol y fresas; se sentía delicioso. .Lentamente comenzaron a moverse al compás de la música, aunque no estaban tan mal como para no saberlo hacer. Se acoplaban muy bien al ritmo, aunque sintió una mano deslizarse más allá de su espalda y el cuello ser víctima de múltiples besos, pequeñas mordidas…
Solo le quedaba suspirar, el vino estaba haciendo de las suyas.

Sintió que Lance dejó de besarla. Estaba a punto de protestar cuando sintió que prácticamente la arrastraban hacia el estacionamiento… Sintió frío al salir del local, y a alguien luchando por meterla en el coche. Actúo muy bien su papel de ebria pesada. Fue especialmente difícil reprimir un gesto muy directo de aprobación cuando unos dedos suaves se deslizaron por sus piernas. Para evitar ir más allá, fingió que se incorporaba para recostarse de la puerta, aún con los ojos cerrados, oyendo un golpe seco que ignoró. Escuchó el rugir del motor y el ligero sonido mecánico de la capota cubriendo el coche.
Lance la rodeó con los brazos camino a su departamento… Madrid estaba mucho más silencioso, calculaba que ya era como la una de la mañana, pero aún tenía otros planes antes de irse al mundo de los sueños. Cuando decía “más de una noche”, se refería a que esta sería la primera. No sabía si sería fácil convencerlo, pero o lo hacía, o lo hacía.
Iba pensando en ese asunto cuando alguien le susurró algo como “dame tus llaves”, a lo que entregó el bolso. Lance puso su mejor cara de póker al encontrar los condones y la navaja, aunque tampoco podía estar demasiado pendiente de aquello. Al cruzar la puerta de la habitación, se dejó caer en el sofá más amplio que consiguió.

La actitud de Marianna ya estaba mucho más acelerada. Con total descaro, se situó en su regazo, desabrochándole la camisa antes.
-¿Estás bien…? –inquirió el joven, extrañado.
-¡Mejor que nunca! ¿Sabes? Debí darme cuenta… -musitó a la vez que, como por descuido, se acercaba más a su rostro -, de lo bueno que estabas la primera vez que te vi.

Sin más preámbulos, atrapó sus labios en un delicioso beso con sabor a alcohol.
Lance aprovechó la situación, ¿qué otra cosa podía hacer? Deslizó las manos hasta su pierna derecha, acariciándola con delicadeza. Ella se estremeció, soltando un suspiro por lo bajo. A regañadientes tuvo que separarse para terminar de quitarle la camisa, que pronto estuvo en el suelo. Se quedó unos segundos observando su pecho bien formado con expresión… ¿golosa?
A horcajadas sobre su regazo, siguió besándolo, molesta por el obstáculo que creaba el vestido para las manos de Lance, que con movimientos delicados acariciaba el sedoso cabello, acercándola con sutileza hacia su cuerpo semidesnudo.

Sin mediar palabras, Marianna lo cogió de la mano, a sabiendas de que no se negaría, para llevarlo a la amplia y mullida cama, consigo de pie frente a su rostro.
La única luz de la estancia la proveía una pequeña lámpara, que bastaba para iluminar como las manos ávidas del moreno le sacaba el vestido por la cabeza, dejándola únicamente en la ropa interior. Él aún estaba en pantalones, aunque por poco tiempo; Luchó con el cierre y los botones, hasta que, exasperada, decidió romper ambos para poder bajárselos. Un bóxer negro bastante ajustado dejaba notar a sus ojos lo que pronto sentiría en otra parte de su anatomía.

No pudo evitar que una sonrisa golosa, macabra, nada santa, se extendiera a lo largo y ancho de su cara. Pronto se le desvaneció todo de la mente, cuando sus manos, inconscientemente, se posicionaron en el borde de sus bóxers. Antes de proseguir con aquello, beso los labios del chico con una gran lentitud en donde demostró más ternura que pasión, y sin embargo no puedo resistirse ni oponerse a morderle levemente el labio inferior.

Comenzó a deslizar la tela de las piernas de Lance hasta que pudo retirarlo por completo. Miró levemente hacia arriba, encontrándose de frente con el miembro completamente erecto del chico. No pudo evitar relamerse los labios mientras lo contemplaba. Como si se tratara de un delicado instrumento lo tomó entre sus manos. En un principio di un beso en la punta del mismo, y después dio una pequeña lamida, sin apresurarse demasiado.

Lo miró a los ojos durante un instante, y sin embargo, por mucho que su cara pareciera de niña buena, a ella lejos de molestarle lo que hacía, le fascinaba. Enseguida engullo el capullo del mismo, pero deseaba tanto ver todas las expresiones que efectuaba, que de nuevo su vista se poso en su rostro. Tan perfecto… para ella.
No obstante terminó centrándose en su trabajo, bajando la mirada de nuevo. Hacía bastante ya que había dejado de sentir las arcadas naturales al tener “eso” en la boca, fruto de la práctica. Al inicio con lentitud y aumentando la velocidad a segundos, lo devoraba como si de su helado favorito se tratara.

Pero aunque lo estaba disfrutando y los suspiros del muchacho eran música para sus oídos, ella también tenía necesidades. A pesar de la obvia negativa de Lance (que no necesitaba abrir la boca para transmitirla), se incorporó, terminando de quitarse el atrevido conjunto rojo que llevaba encima. Los ojos de su compañero se abrieron de sopetón. Por primera vez, desde que lo había visto bajo la lluvia en el sendero, Lance Kuran se sonrojó en su totalidad.

A pesar de la intensidad del momento, no pudo evitar soltar una senda carcajada. Se veía adorable. Antes de que él pudiera siquiera preguntarle el motivo, lo aplastó sobre el edredón verde, eufórica. En gran parte se debía a los altos niveles de alcohol en su sistema, pero la deliciosa cercanía de ese cuerpo para ella sola también influía. Le excitaba haber resquebrajado la faceta fría del joven para convertirla en una mucho más cálida. Él, por su parte, estaba un tanto extrañado por su raro comportamiento, pero disfrutaba cada segundo que pasaba. Llenó su cuello de suaves besos mezclados con mordiscos, que dejaban marcas rojas en la piel de la muchacha.

Marianna le miró con complicidad, a la vez que se volvían uno a través del cuerpo.

~

Al despertar, Lance estaba en una cama que no era la suya. El sol se reflejaba en la pared con un ángulo extraño, ¿era medio día? Le dolía ligeramente la cabeza, pero lo más preocupante era que no había nadie a su lado para explicarle donde carajos estaba. Se incorporó lentamente; oía ruidos afuera. Entonces vinieron a su mente imágenes nebulosas… Y la puerta se abrió.

Allí estaba Marianna, sonriente. Tenía el cabello húmedo, una mancha de agua en de agua en la larguísima camiseta negra (lo único que llevaba puesto al parecer), nada de maquillaje y una bandeja en la mano. ¿Coca cola y aspirinas?

-Ten, te harán bien.
Sin protestar y a pesar de que no eran necesarias, Lance se las tragó.
-Buen chico –la joven se metió entra las sábanas con él, sonriente -, ¿sabes quién soy?
-MMmm… la chica más hermosa que han visto estos ojos…
-Anoche estuvo estupendo –hizo un sonido muy parecido a un ronroneo, tirándose sobre su pecho -, pero, antes de repetirlo, quisiera saber una cosa.

Lance contuvo la respiración unos minutos.
-¿Quieres ser mi touch and go permanente?
-Claro, señorita, será un placer para tí.

Fic de San Valentín - Cap 3 ♥

-¿¡CÓMO CONSEGUISTE ENTRADAS PARA ESE BAILE?
Era extraño. No entendía como Rita estaba taaan desesperada por aquello, pero seguro que vendrían más preguntas aparte de esas, así que esperó, alejándose el auricular del oído a una distancia prudencial. ¿Era necesario tanto grito?
-Espera –soltó un bufido, una especie de sonido incrédulo -, ¿TÚ tienes una cita…? ¿No es solo un touch and go?
-Oh, vamos, Reet…
-Marianna, no te ofendas, pero eres alérgica a las relaciones de más de una noche.
-Ese no es el caso. Este tipo está buenísimo –soltó un suspiro, revolviendo en su clóset para dar con algo digno para la ocasión, sexy, algo… Perfecto era la palabra para describir el vestido que acababa de encontrar. No sería la primera vez en su cuerpo, pero era uno de sus favoritos -, es guapo, tiene el cabello largo, como pasado de moda, pero se le ve lindo, un cuerpo en excelente forma y unos labios…
-La ensalada de fruta que te brindé tenía algún alucinógeno –se quejó Rita, haciendo ostentación de su histrionismo.
-¿Las alucinaciones besan tan bien, guapa?
Ambas se echaron a reír.
-Ann, Julio me llama, diviértete en tu baile, adiós.

Y le colgaron, por primera vez en todo el día. Seguía sonriente cuando se quitó los jeans y el suéter para entrar a la bañera; faltaban tres horas para el baile, pero le apetecía relajarse. A pesar de que se había bañado dos veces, no le parecía correcto salir sin darse al menos una ducha. Luego sufriría por las arrugas prematuras, y todas esas cosas que hablaban las viejas sin vida social en el canal de salud (qué, por cierto, daba pésimos consejos).
Duró un largo rato en la tina, entre burbujas que reventaba con infantil entusiasmo. Se arregló todas las uñas, dejándoselas perfectamente limpias. Al salir de la ducha, impecable de pies a cabeza, se puso la ropa con paciencia, detallándola para evitar imprevistos a la hora de “la acción”. El lazo estaba presentable, las costuras en buen estado, el color brillante gracias al cuidado al que sometía sus prendas para conservarlas.

Por costumbre morbosa, también la ropa interior era muy bonita; el típico cliché de encaje rojo.
El cabello… la mayoría de las chicas se lo planchaban, pero ella adoraba su melena al natural. Lo peinó de distintas maneras, preguntándose como luciría mejor. Suelto se alborotaría más de la cuenta y aunque lo adoraba, no era acorde con la ocasión; Optó por un moño alto que dejaba caer algunas ondas en sus hombros desnudos. Un perfume suave, algo de crema humectante para las extremidades, maquillaje que resaltaba los ojos. ¡Listo!

-Ce’st manifique. Molo.
Se sentía una especie de diva, mirándose de distintos ángulos en el espejo de cuerpo completo, pero esa sensación le pareció ridícula a pesar de estar orgullosa del resultado. Taconeó con fuerza hasta el otro lado del departamento; faltaban os minutos. Vaya. Había tardado más de sus cálculos al arreglarse. Cogió su bolso de mano (donde llevaba una navaja, condones, dinero, entre otras cosas) recostándose del mesón con gesto alegre, hasta que sonó el timbre.

Le hizo esperar unos segundos (otra manía) antes de abrir.

Había superado todas sus expectativas; De no haber tenido planes futuros, se lo estaría comiendo en un sentido literal en ese mismo momento. Su atuendo no podía ser más acertado –aunque un smoking no le habría lucido nada mal-, combinada con su cabello inusual y su expresión… Bleh. Parpadeó para quitar las imágenes más morbosas de su mente, sonriendo de manera amplia, pícara, risueña, dándole una cálida bienvenida con solo sus ojos.

-Te ves muy linda –atinó a decir su compañero, mirándola de arriba abajo.
-Gracias, lo sé.

Dio una media vuelta para que pudiera admirarla mejor, y a Lance se le subieron los colores a la cara, para su entera satisfacción. Le extendió la mano como gesto caballeroso; ella, aprovechándose de la situación, la tomó, halándola para robarle un beso. Por suerte, llevaba el gloss en la cartera, ya que no podía evitar gastarlo en Lance. Hizo ademán de alzar la pierna, como en las películas. Él aún estaba medio sin habla cuando subieron al ascensor. No parecía demasiado acostumbrado a aquellas lides, pero ella estaba dispuesta a ser su maestra sin problema alguno.

-Y bien, ¿en qué calabaza iremos, señorito Lance?
-Emm…Espera a que lo veas. Creo que te gustará…

La planta baja estaba llena de gente: Sus vecinas esperaban a sus novios para la clásica salida nocturna en san Valentín. Adolescentes normales que se comían a su pareja de baile con la mirada, y algunas sobre ella, incluso. Tanto de rabia de parte del grupillo, como de parte de Lance, tratando de encontrar algún atisbo de ¿celos? En sus ojos. Podría buscar toda la noche y no encontraría nada, total, ¿Quién lo tenía de pareja? Ella. ¿A quién había besado? A Ella.
¿De qué les valía ver y no comer? Les dedicó la más prepotente de las risitas antes de salir del edificio… cuando posó su mirada en la preciosísima “nave” roja frente a sus ojos.

-¿Es este…? –Lance asistió, apresurándose, al parecer para abrirle la puerta, pero ella saltó dentro, como en las películas. El vestido no alcanzó a cubrirle mucho, y pudo ver algo más que las esbeltas piernas… el culot era negro. ¿En qué demonios estaba pensando?
-¡QUE PRECIOSIDAD!
Estaba causando el efecto opuesto; Ahora, parecía más impresionada con el coche, que ni suyo era, qué con él. Excelente.
-Oh, lo siento. Es que, adoro los autos… Aunque, no puedo besarlos, o al menos, no me responden.
Le abrió la puerta desde adentro. Lance se subió al auto con gesto tímido y ella, con toda la desvergüenza de su repertorio, se recostó de él, cómodamente, incluso cuando arrancó. De alguna manera, el silencio no era incómodo, además, iba admirando la hermosa ciudad. Madrid de noche era un espectáculo de luces y colores; se veían cosas que de día jamás hubiese imaginado. Aunque no era la primera vez que daba un paseo nocturno, jamás se había detenido a admirad tanto las calles, la gente… todo. Estuvo bastante distraída hasta que llegaron a una especie de local, aún más lujoso que su edificio. Eso ya era demasiado decir.
La gente que iba entrando bajo el enorme letrero de “Baile de San Valentín” lucía muy estirada, plástica, como decía su madre. Algunos incluso tenían vestidos tan… eso era de mal gusto por cualquier lado por el que se le viese. ¿Fucsia y amarillo? ¿Era broma?
Aferró la mano de Lance más fuerte, no tan segura como había estado hacía ya muchos minutos. Con sutileza debido a los nervios, su pareja le rodeó la cintura con el brazo antes de entrar.

El lugar por dentro era interesante, por decirlo así. No entendía como harían las muchachas con vestido “tipo-cenicienta” para bailar, pero por el momento, su atención estaba dividida entre Lance y la barra de la esquina, en donde una botella de vodka parecía brillar con luz propia, sin embargo, no sabía si a él…

-¿Te gustan los etílicos?
-Yo invito.
Extendió los brillantes labios en una sonrisa falta de recato. Caminó rápidamente hacia el lugar, aún sujetada de él.
-Dos vodkas con fresa, por favor –el cantinero se las sirvió y pasó con rápida eficacia, a pesar de que sus ojos se detuvieron en el rostro de Marianna unos segundos. Ella cogió las copas de coctel, aún sonriente, y le dio una a Lance.
-Por la obsesión a primera vista, los chicos italianos sexys y los deportivos rojos.
¿Había habido alguna vez un brindis tan raro…? Sin embargo, el también se dejó llevar. Una media sonrisa decoró su rostro antes de que diera el primer trago.

Fic de San Valentín - Cap 2 ♥

Se quedó allí parada. ¿Estaría alucinando…? Bueno, pues su alucinación caminaba hacia a ella con un paso que daba un poco de miedo, al menos debería dárselo. Pero seguía demasiado embobada, con su cabello, sus ojos, su cuerpo. Los labios tensados en una mueca, aún así, se veían provocativos. Ladeó la cabeza imperceptiblemente y unos cuantos mechones de cabello le cruzaron el rostro.

-Sé que no me esperabas...más aún, no me deseabas aquí, pero tuve mis motivos para veir hasta acá. Primero que nada, perdón por ser descortés el otro día, estaba muy estresado y no tuve intención de tropezarte...Soy Lance, mucho...gusto...-Había comenzado a temblarle la voz. Eso le pareció bastante extraño.
Ella enarcó una ceja, mirándolo atenta. Seguía como clavada al piso sin saber que responderle. Inhaló hondo un par de veces, se tragó el chocolate y se limpió las comisuras de los labios con la lengua, desviando sutilmente la mirada. Como pudo, acomodó mejor las bolsas que llevaba encima y le devolvió la sonrisa sin trabas.

-Creo que te estás tomando el asunto muy en serio -había un ligero tono rosáceo en sus mejillas, aunque demasiado sutil para ser considerado un sonrojo -, además, fui yo la que actué grosera desde un principio...Y mi nombre es Marianna. Te daría la mano pero -soltó una pequeña risita apenas notable-, mancharía el piso de chocolate.
No entendía cual era su interés en una persona que había conocido algunas horas, la verdad, ni tampoco porque estaba tan nervioso. Ella tenía su carácter desinteresado de siempre, aunque le dificultaba mantener una pose unánime con tanto bolsero encima, y además, estaba demás perturbada por esa mirada penetrante, la cual tenía que alzar un poco la cabeza para seguir, lo cual le resultaba extraño, porque tenía una altura un poco menos promedio que el resto de las chicas.
Sin embargo, Lance no se veía muy cómodo con la situación.

-¿Podría ayudarte?
No pudo haber dicho unas palabras más acertadas. Sus ojos ya de por si luminosos brillaron, casi con chispa, se le subió la sangre a la cara y con una sonrisa de oreja. Extendió hacia él la gran mayoría de bolsas, con unas ganas inmensas de darle un millón de veces las gracias. Ya con las manos libres, se recogió el cabello en una coleta alta, que la hacía ver más niña de lo que en realidad era.

-Y...bueno... ¿En qué piso se encuentra tu apartamento?
-Es en el 10, pero el ascensor está descompuesto...así que...-Bajó la mirada, apenada. Estaba abusando de su cortesía al hacerlo subir tantas escaleras con esa montaña de comida encima.
-¿Habrá que subir utilizando las escaleras? No hay problema, me gusta ejercitarme.
-Bueno. Está bien-le tembló ligeramente el párpado derecho, como un tic de animé-Las escaleras que llevan a mi departamento están por aquí, sígueme.

Comenzó a caminar alegre hacia ellas, aún sonriente. Le alegraba tener a alguien que la ayudara; allí, en ese lugar, no podía estar confiando mucho en los hombres, pues, como decía su madre, “jamás daban nada sin pedir nada a cambio”. Su padre estaba al lado en aquel momento y ambos se echaron a reír, pero ella sabía que lo decían bastante en serio. Estaba consciente de que llamaba la atención, también de que los tipos de por allí estaban buenísimos, y a más de uno… perdió el hilo de sus pensamientos al sentir una mirada tras de sí, pero prefirió quedarse callada.
Su cabello se movía con cada escalón. Estaba meditando si voltear o no, pero si miraba a Lance con la vista fija en su trasero… Bueno, si era imbécil al menos sabía disimularlo, pero no quería llevarse una
impresión desagradable. Volvió a desconcentrarse al oír una especie de “truck”, volteando rápidamente la cabeza, preocupada. Casi había tirado el glaseado, pero por lo demás se veía bien, aunque demasiado avergonzado para ser chico.



-Vaya tropiezo ¿Estás bien? Ya casi llegamos, pero si gustas podemos...-
-¡No!- el grito se oyó en todo el lugar. Marianna “peló” los ojos -Es decir...no, está bien así, continuemos, no sucede nada.
Lo observó levantarse como una saeta, subiendo cual bólido los escalones hasta llegar a su corredor. Ella le siguió a una velocidad más humana, entretenida con el espectáculo. Casi riéndose, ignoró su desespero, caminando hacia el chico.
-Lo siento...debí esperarte. No sé que me sucede.
-No te preocupes, te veías muy emocionado, así que no te detuve. Es por aquí.
Caminaron el corto tramo hacia la puerta blanca, aunque llevaba ventaja. Sin darle mucha importancia al extraño comportamiento, buscó las llaves en su bolsillo derecho, al fondo. Cuando trató de sacarla, ésta cayó al suelo, muy cerca de uno de los pies de Lance, que se inclinó para tomarla, pero al tiempo que iba a cogerla, su mano rozó suavemente con la suya. De nuevo se quedó como estatua, mirando fijo a un punto inexistente entre su blusa, la puerta y los instrumentos.
Esperando a que reaccionara se quedó allí, medio agachada. De nuevo, su reacción fue lo suficientemente poco ortodoxa como para hacerla reír; parecía un niño asustado ante la pequeña que le gustaba… ewk, eso era una mala comparación, pues ella no sabía si había similitudes entre eso y…

Lo oyó suspirar.

Sin más entró a su casa, sintiéndose aliviada, en su terreno. Gritó un sonoro “Adelante, puedes pasar”, esperando oír la reja cerrarse. Apagó el horno que había dejado encendido con total tranquilidad mientras se quitaba el suéter, quedándose en una musculosa blanca.

Y otro suspiro.

-Deja los paquetes acá, ven.
Lance parecía bastante reacio a pasar, así que lo cogió de la manga, ayudándolo a descargar los productos, haciendo como si no notase el leve rubor de su compañero. Guardó todo lo que no iba utilizar hasta que la alacena quedó un tanto rebosada, casi desbordándose.
-Puedes sentarte… allá –señaló el sofá negro en medio de la sala con tranquilidad -, yo tengo que terminar de cocinar esto, así aprovechas y me dices como quedaron.
-Vale…

No fue a verificar si se había sentado o no. Se limitó a decorar sus postres con esmero, dando una que otra probada traviesa. Estaban calientes, pero no lo suficiente para quemar, y vertió en sendos vasos de cristal una generosa cantidad de gaseosa de uva con hielo. Con un equilibrio justo llevó el postre hasta la sala en una bandeja, poniéndolos frente a su extraño visitante, que se veía algo cohibido.
-Espero te guste… -con una sonrisa adorable, se situó a su lado, ya mordisqueando uno de los pastelitos -, y bueno, Lance, dudo que hayas venido acá solo para disculparte, ¿o me equivoco?
-Eh, bueno…yo…
-Por favor, tranquilo. Yo no muerdo… mucho –le guiñó un ojo, sorbiendo refresco.
Muy al contrario de apaciguarse, el chico pareció más alterado. No pudo evitar querer perturbarlo más, pero eso ya sería abuso. La idea le agradaba mucho…

-Linda casa –atinó a murmurar Lance, bajando la mirada hacia la bebida.
-Gracias. Por cierto, ¿de dónde eres…? Tú acento es muy guay para ser de aquí.
-I-italia.
-¡Oh, Italia…! –ella no se daba cuenta de qué aquello era prácticamente un monologo, porque su acompañante no dejaba de temblar y desviar los ojos; estaba muy entretenida con su comportamiento -, es uno de los países más bellos del mundo, aunque, claro, nada supera a Madrid… eh, mira, te has manchado las comisuras de chocolate.

Con una delicadeza prácticamente nula, se acercó, servilleta en mano, frotándole cerca de los labios para quitar los restos. Por su parte, el moreno estaba paralizado, con los ojos abiertos en su totalidad. Lance entreabrió los labios por el susto. Tardó algunos segundos en reaccionar pero apenas lo hizo, se apartó con brusquedad, dejando a la joven limpiando el aire. Marianna ignoró eso, por completo.

-¡Listo! Ahora, si pudieras decirme porque has venido…

Lance miró hacia la pared unos minutos más en lo que las palabras se acomodaban dentro de su cabeza. Nunca se imaginó que le hicieran esa pregunta, al menos, no directamente. Se mordió el labio un tanto fuerte, y su corazón volvió a latir frenéticamente, como si estuviese a punto de salírsele del pecho, sentía que algo lo quemaba por dentro...pero era ella. Su presencia, su tacto, su
voz...todo lo que tuviese que ver con ella lo ponía en un estado anormalmente inestable. Apretó uno de los puños fuertemente y tomó aire, volteando su mirada hacia ella y viéndola por fin a los ojos, dispuesto a responder con absoluta sinceridad

-¿Por qué preguntas...? La respuesta es simple, y creo que también tienes una vaga idea del porqué, aunque no quieras verlo por ese lado y estés evitándolo al igual que yo durante toda la tarde desde el momento que te miré a los ojos.
La joven alzó las cejas, completamente perdida. No le captaba, al menos, no del todo…
-Perdona, pero no te entiendo… ¿quieres decir que te gusto?

Estaba atónito. Después de habérsele prácticamente declarado, ella no lo había terminado de comprender a la perfección. Se llevó una de sus manos a la cabeza, haciéndose a un lado el cabello que le caía en la frente; sentía que la cabeza le había empezado a zumbar hasta que ese zumbido se convirtió en un dolor bastante molesto e incómodo. Apretó la mandíbula con fuerzas y se paró del sillón, llevando a cabo la misma acción con los puños; más que apretarlos de enojo o ira, lo hacía debido a la desesperación. Debía acabar con todo ese embrollo en el que se había metido, y así lo haría...de una vez por todas.

Marianna seguía mirándole con un gesto que podría llamarse inocente. Se acercó lo más que pudo a ella, inclinándose luego un poco hasta dejar su rostro muy cerca del suyo, mirándola fijamente a los ojos. Luego tomó lo tomó suavemente entre sus manos; no sabía si con miedo o con precaución y entrecerró los ojos, para luego posar sus labios suavemente sobre los de ella, haciendo una leve presión. Era un beso precavido, hasta cierto punto tímido, ya que no sabía cuál sería la reacción de la muchacha. Terminó con un suave jugueteo de labios, y lentamente retiró su boca de la de Marianna, con un leve tono rosáceo en toda su cara.

La muchacha parecía de piedra, pues aunque no lo había rechazado, aún estaba con todos los colores subidos a la piel de perfil, lamiéndose inconscientemente el contorno de su boca. Tenía la mirada fija en Lance.

-Espero que con esto entiendas lo que quise decir,ahora,si me disculpas...debo retirarme, aún tengo cosas que hacer antes de que termine el día- le habló sin mirarla a los ojos, no se atrevía, sólo quería desaparecer de ahí, olvidar todo lo sucedido. Comenzó a pensar que desde un principio, debió quedarse en casa leyendo alguna revista o viendo algún programa de chismes.
Se dirigió a paso veloz hacia la puerta, girando rápidamente el cerrojo para abrirla en el menor tiempo posible. Salió de la habitación, y de un suave pero sonoro golpe, cerró la puerta del apartamento.
Marianna estaba casi paralizada. ¿La había besado?

¿¡Y QUÉ DEMONIOS HACÍA ELLA TIRADA EN EL SOFÁ COMO UNA IDIOTA?!

-¡LANCE, espera! –jadeó, levantándose con desespero. Resbaló un poco en el suelo antes de salir (forcejeando con la cerradura). Oyó el eco de sus pies en las escaleras y los siguió como desaforada, arrojándose sobre él. El chico apenas tuvo tiempo de voltearse, atónito, antes de que ella le aprisionara contra la pared, buscando su boca con ademán necesitado.
Este beso si no tenía nada de “tímido”, porque ella si conocía su reacción, y estaba divertida al ver como se vería esa escena desde afuera, aunque pronto desapareció el mundo a su alrededor.
Lance solo pudo rodear la cintura de la joven con sus brazos. En cuando separó sus labios de los de la chica, contempló que en su rostro se dibujaba una sonrisa traviesa; parecía que más que sorprenderla o avergonzarla aquella acción, la divertía. No quería preguntar qué había sido eso, simplemente, supo lo que tenía que hacer; había encontrado a la indicada. Deslizó su mano dentro del bolsillo de su pantalón, sacando el boleto para el baile y extendiéndolo hacia Marianna, sin poder evitar sonrojarse nuevamente.

-Creo que...no hace falta explicar lo que trato de decirte...-Bajó la vista, mirando hacia la pared nuevamente. Aún lo avergonzaba mirarla a los ojos directamente, temía que invitarla a un baile sonara cursi o demasiado exagerado para sus gustos. Marianna tomó el boleto, mirándolo sin decir nada. Mientras ella contemplaba su invitación, tragó saliva, preparándose para fuera cual fuera su respuesta después de todo lo sucedido.
Ella, sencillamente, volvió a besarle con descaro.

-Pasa por mí a las ocho o eres hombre muerto.

Fic de San Valentín - Cap 1 ♥

El tono de su celular, informándole que la estaban llamando, la despertó de su sueño profundo luego de varios intentos. Las gruesas persianas no dejaban filtrar la luz solar, pero el despertador digital en la mesita de noche (desactivado los fines de semana), marcaba con fluorescente verde las 9:13 am.
Bostezó antes de hacer click en el botoncito contestar.

——¿Hola…?
——¿¡CÓMO PUEDES HABERTE DESPERTADO A ESTA HORA?! ——era imposible no reconocer la vocecita chillona. Soltó un suspiro, poniéndose la mano en los ojos ——. ¡Es un día muy importante!
——Apenas sé que hora es y me sales con eso…
——Es catorce de febrero, Marianna.

Trató de recordar que significaba eso mientras se rascaba la cabeza, enmarcada por esa alborotada cabellera entre castaño dorado y café. A ver, no recordaba que fuera cumpleaños de nadie, ni velorios… oh. Día del consumismo masivo internacional. Se dio un fuerte golpe en la frente; el chasquido hizo eco en la habitación.

——Vaya…
——¿Qué tienes planeado para hoy?
——Pensaba dormir hasta medio día, e ir al cine, pero ha de estar lleno de estúpidos haciendose arrumacos… Así que ahora dormiré hasta la una e iré a pasear a la playa ——se encogió de hombros, como hubiese hecho de estar su interlocutora presente.
——¡Vamos! ¿acaso no tienes…? ——la voz de su amiga sonaba incrédula, casi burlesca, al realizar la típica pregunta de todos los años.
——Te voy a decir lo mismo de siempre; No tengo novio. Tú dirás que como una muchachacha tan hermosa, inteligente y talentosa sigue soltera, yo te diré que mejor sola que mal acompañada y te invitaré a desayunar al mall para quitarme ese tema de encima.
——Entonces, ¿A las nueve y cuarenta en el café de siempre? ——Se rió la joven a través del teléfono. Si qué la conocía.
——Allí estaré.

Colgó sin esperar una despedida, dejando el móvil tirado en la cama al levantarse. Abrió de par en par las cortinas, parpadeando repetidas veces ante la cegadora luz. Argh. Como le desagradaba el día de San Valentín; no tenía nada en contra del romance, pero la cursilería le daba un asco intenso. Luego de arreglar la cama fue a darse una ducha con agua fría para terminar de despertarse, lavándose el cabello. A veces, Rita la hacía pensar en cosas estúpidas…No podía negarlo, era egocéntrica. Pero no podía ser tan desagradable estar enamorada, aunque sin experiencia era estúpido opinar. Sacudió la melena mojada para alejar esos pensamientos de su mente antes de que echaran raíz cual mala hierba.

Antes de irse a vestir, admiró por unos momentos la vista panorámica de su departamento; había vivido con sus padres durante mucho, pues quería mudarse a un lugar como ese, no salir de su cálido hogar a un hoyo cualquiera. Las paredes de la sala de estar tenían amplios ventanales transparentes que las cubrían casi en su totalidad, dando a la estancia un toque vivo, alegre.

Le fascinaba ese lugar, a pesar de estar entre el ajetreo de la gran ciudad.

Se puso lo más cómodo que encontró sin pensarlo mucho, dejándose suelta la cabellera, con apenas crema de peinar (total, secarse naturalmente le daba un aspecto de “rebeldía controlada” que adoraba). Se colocó sus audífonos, se roció un poco de perfume, cepilló sus dientes y salió del apartamento con gesto optimista.
Afuera, el clima era su favorito; delicioso frío. Aunque estaba algo arrepentida de no llevar más que una playera y su típica bufanda, las estupideces a su alrededor bastaban para distraerla. Peluches, regalos, globos estáticos, chocolates… ow, con lo mucho que le gustaban. Varios hombres se le quedaron mirando en el camino, pero no se percató.

Rita la estaba esperando en la mesa de siempre, con dos capuccinos, una gaseosa de uva y dos ensalada de frutas frescas. Le dirigió la más feliz de sus sonrisas antes de saludarla.
——Salvaste mi vida; si comía cereal una vez más, vomitaría ——bromeó, sentándose.
——El trabajo te consume ——la regañó, mirándola comer con delicado desespero ——, deberías descansar.
——Igual lo adoro ——ella le guiñó un ojo ——, ¿sabes que hermoso es trabajar en una librería que te da turno en la tarde…? Estudias en la mañana, haces los deberes en el trabajo…
——Y duermes ocho horas y media ——culminó su amiga, meneando la cabeza ——. No entiendo como lo logras. Yo apenas si puedo estudiar tranquila.
——La necesidad…
Bebió un sorbo del refresco con lentitud, degustándolo.

——¿Con quién pasarás el día de San Valentín?
——OH, con Julio, por supuesto ——Rita puso ojos soñadores y allí pasó de ser una conversación a un monólogo, lo cual, tomando en cuenta el “gran interés” que tenía Marianna en este tema, era una suerte. Ella adoraba a su mejor amiga, pero cuando decía tantas estupideces lo mejor era ignorarla. Ambas disfrutaban de la mutua compañía; La pelinegra, hablando de sí misma, la otra, esuchándola a medias.
Tenía los audífonos en la mano, y en esta apoyaba la sien; truco viejo.
Dijo algunos monosílabos, contó algo sobre su semana y se fue cuando comenzó el mal tiempo, deseándole suerte en su cita.

Apenas se retiró, comenzaron a caer intensas gotas de lluvia sobre ella. Soltó una maldición en voz alta, guardando el Ipod en la bolsita de plástico cerrable que siempre llevaba encima. ¿Qué podía hacer?
Observó a varias chicas correr como desesperadas, con miedo a que se cayera su planchado (al menos, eso chillaban). Hizo un gesto de desagrado, caminando por un sendero que cruzaba el parque.Este llegaba hasta su edificio. Iba a paso normal, temblando de frío, pero disfrutando de cierta manera como caía agua fresca en su cabeza caliente de reflexiones molestas; adoraba ese clima.
Estaba entre el regocijo y el desagrado cuando dio de lleno en contra alguien, dándose un buen golpe no sabía donde. Trató de no caerse, antes de levantar la mirada,molesta.

La capucha no la dejaba divisar cómo era aquel descuidado, sin embargo frunció el ceño.
-¿Porqué no te fijas por dónde vas? –reclamó, disgustada. Entonces, él la miró directo a los ojos. Wow. Algo dio a retorcer su estómago, sintió acelerar su corazón. Pero su orgullo no bajó un ápice.
Por más guapo que fuese, no tenía derecho a atropellarla.
-Si tú tenías la vista al frente, ¿entonces porqué no te desviaste para no chocar conmigo? –le respondió con un tono lleno de irritación.
-No tengo porqué desviarme sólo porque un idiota no puede ver por dónde va o es demasiado imbécil como para apartarse…

¿Por qué la estaba mirando tanto? ¿estaba tonto o qué? Sintió una ojeada bajar desde la blusa hasta la punta de sus botas, volviendo a sus labios con celeridad. No entendía que le pasaba al muchacho, pero a decir verdad, tampoco era de su incumbencia. Aunque estaba lo suficientemente bueno como para que le pertubase un poco, no tanto como para que tomase un resfriado al empaparse más.
-A un lado,quita esa cara de estúpido y déjame pasar.

Al no haber reacción de su parte, lo rodeó con rapidez, avanzando por la calle. Estaba bastante cerca de su hogar y al doblar en una esquina dejó de sentir los ojos fijos tras de sí.
En el ascensor, cuyo piso chorreaba agua gracias a ella, no podía dejar de pensar en el extraño encuentro. Sino hubiese tenido ese tono tan idiota… aquellos labios provocaban ganas de algo más que un beso en la mejilla, y sus ojos… ewk. ¿Qué demonios estaba pensando, joder?
Se daría un baño apenas entrar. Un baño muy,muy largo.



________________________



-Debiste estar alucinando, en esta zona de la ciudad no hay tíos tan guapos…
-Qué no era alucinación, joder… eh, oigo la voz de tu novio reclamando, más tarde te doy detalles, chau.

Colgó sin despedirse, otra vez, volviendo a pasarse las sábanas verdes sobre la cabeza. Dios, temblequeaba de arriba abajo, y lo peor de todo es que en parte no se debía al frío. El encuentro con el joven irritable había turbado más que su salud (aunque el resfriado no se acrecentaría sino hasta dentro de unos dos días). No tenía la más perra idea que hacía allí, echa una bola dentro de su pijama favorito, pensando en que tal besaba el moreno ese.
Oh, por, dios. Que soberana estupidez; Debió mandar a la mierda la salud y bañarse con agua fría, helada, o mejor aún, desnudarse en la calle para darse allí mismo una ducha. Pero no podía quitárselo de la mente, así como tampoco podía apartar el brillo de sus ojos, el tono de su tez, el olor de su piel, percibible aún a través de la lluvia.

Aferró el conejo de peluche con expresión de puchero e infantil desagrado. No creía en el amor a primera vista…
…Pero, obviamente, la obsesión al primer vistazo existía. Estaba siendo víctima de ella.

Aún llovía; según la tele, el clima o cambiaría hasta dentro de una hora, o más.Los planes de irse a pasear se fueron al bote, pero tampoco podía quedarse de parásito todo el día. Armada con un suéter grueso, jeans y pantuflas, encendió el horno, poniéndose a cocinar.
El olor a pastelitos prontó inundó la estancia, haciendola relamerse de puro gusto; Seguro el azúcar la haría olvidar a su pequeño gran incidente.

A pesar de no haber crecido en la pobreza, desde pequeña, sus padres la habían enseñado a ser autosuficiente, creándole una ideología de vida de “el dinero es importante, pero no lo es todo en la vida”. Ya a los nueve años cocinaba, lavaba los platos con su mamá, ayudaba a su padre en el taller e intentaba barrer la casa, aunque nunca fue buena porque le daban ataques de alergia las nubes de polvo.
Una de las razones por las cuales con apenas 17 años ya tenía vivienda propia.

Ay, mierda. No tenía glaseado. ¿Qué eran muffins sin glaseado? Se chocó la frente con la palma, como tenía de mala costumbre, mirando por la ventana. Ahora, el tiempo estaba bastante mejor; incluso, tentador para salir. Se cambió las pantuflas por unos zapatos, atándose un cinto en el cabello, sin maquillaje. Total, no iba demasiado lejos.
Por alguna razón (quizás una loca empapada montada en él), un elevador no funcionaba y no quería espera el otro, así que bajó corriendo las escaleras sin pensarlo mucho. Sus zapatillas hacían eco en las paredes de cerámica.

Los charcos reflejaban la luz brillante del sol, cuya tibieza rozaba sus mejillas con agradable reconforte. La tienda le quedaba cerca; además del glaseado, adquirió almendras, galletas, chicles y uno que otro chocolate, además de una caja de bombones que compartiría únicamente por su estómago. Ya en el camino iba comiéndoselos.
Otra vez a subir escaleras. Esta vez fue más lento debido a los paquetes, deteniéndose de vez en cuando para jadear histriónicamente. Los vecinos discutían, veían televisión e incluso oyó un grito ahogado que no quería saber de dónde provenía. En el piso cuatro, sin embargo, una voz captó su atención, haciéndole asomar la cabeza por el pasillo.

Se quedó de piedra. Charlando con el señor Hoffman, estaba el mismo muchacho que se negaba a salir de su cabeza y que, al cabo de unos segundos de no apartar la mirada, volteó a verla…con su boca llena de chocolate en las comisuras, el cabello alborotado, y las manos cargadas de paquetes, como una universitaria desesperada.

-Trágame, tierra.

Is this our destiny? - Cap 2.

―Cría. Cría, ¿¡CRÍA YO?! ―un rayo cayó a unos tres metros en dirección sur, partiendo por la mitad un abeto, pero desgraciadamente, ya no había ningún ser con el cual pudiera despotricar con libertad; la pequeña manada se había marchado y con ellas el que la había llamado así. Le daban igual sus motivos, nadie le decía así sin pagar las consecuencias… bueno, aunque con esos ojos, podría hacer una excepción. Jamás creyó que unos orbes de un color chocolate corriente fueran tan… hermosos. ¿¡Pero qué carajos estaba diciendo?

Por precaución, estaba en una "tierra de nadie". Lo había comprobado con exhaustividad para poder recostarse a pasar su furia, tranquilamente y sin herir a nadie. Cuando estaba exasperada, era mejor no acercarse o podría sufrirse una electrocución severa. Había tenido que pescar, ¡pescar, por Dios! Para poder alimentarse. Era el colmo. Abrió la boca en un exagerado bostezo, dispuesta a dormir, para olvidar….

Soñar siempre había sido su escape a los tediosos problemas de la vida como "loba solitaria"; era hermoso imaginarse algo más allá de lo que veía a diario, desear tener aventuras e incluso enamorarse. Tener aventuras, desafiar a la muerte y encontrar, aunque fuese en su pequeña, infantil y extraña mente, encontrar un lugar en el cual pudiera ser ella misma. Sin críticas ni preguntas estúpidas. Sólo viviendo. Con alegría se dejó llevar por la sensación de relajo que le producía evadir la realidad.

Cuando llevaba algunas varias en eso, algo interrumpió su descanso (que pretendía ser algo similar a una pequeña hibernación). Más bien, alguien lo hizo. Pretendía seguir con los párpados caídos, pero era inevitable debido a que sentía la mirada de alguien a su lado. Con desidia, despegó un par de sus pestañas para encontrarse con unos hermosos ojos verdes.

―Tienes cinco minutos para explicar porque me despertaste antes de que te mate ―como si se tratara de una broma, sonrió, terminando de incorporarse. De todas maneras, ya era hora de volver al presente.
―No era mi intención, querida ―excelente. Otro tío con complejo de galán ―, pero es que te veías hermosa dormida.
―Claro…
Sin demasiadas ganas de conversar, caminó hasta el arroyo cercano para beber un poco de agua. Pero el lobo seguía tras ella, haciendo preguntas que la irritaban cada vez más. Al final, lo que quedaba de su diminuta paciencia, sencillamente, se colmó.

―Vale, está bien, ¿qué quieres? ―se detuvo en seco, dándose media vuelta para sentarse frente a él. Sostuvo el contacto visual un rato muy largo, antes de que él lo rompiera con un pestañeo.
―Tú nombre.
―Ma-ria-nna. ¿contento?
―No todavía ―el esbozó una media sonrisa que se suponía era seductora ―, ¿quieres ir a cazar conmigo?
―Déjame pensarlo… hmmm… no.
―Eh, vamos, como amigos ―ella torció el hocico ante tal tontería, así que trató de decirlo mejor―. Bueno, si lo ves desde un punto de vista objetivo, sería más productivo que cazáramos los dos… se nota que tienes hambre.
―No ―para su vergüenza, desde el fondo de su estómago salieron ruidos extraños que no ayudaban a su negativa ―, bueno, da igual.

Sin aceptarse, pero tampoco negarse, adoptó una posición y por supuesto, su indeseado acompañante no se quedó atrás. A pesar de todo, tuvo que admitir que era bueno; Apenas había pensado en atacar cuando este ya se había cargado al más grande de una manada de alces que pastaba cerca. Anonadada, se quedó de piedra al ver como alguien que parecía tan… idiota (y un montón de adjetivos en lo absoluto agradables) fuera un buen cazador. Para completar, lo dejó frente a ella como un sangrante y delicioso regalo.

―¿No vas a comértelo? ―entrecerró un ojo. Fue un gesto cómico que hizo que Ridge sonriera.
―No si no es contigo.

Ah… genial. Le ahorraban la vigorizante (aunque fatigosa) cacería, pero tenía que comer con un boludo. Menudo lío. Resignada por una vez, se echó en la grama para ¿desayunar? Junto al joven lobo, que no dejaba de mirarla a cada rato con evidente interés a pesar de su negativa, casi palpable. Tuvo varias veces que alejarse de su cercanía, pues no parecía conocer el concepto de "espacio personal". Pero valió la pena; estaba buenísimo.

―Disfruté la comida. Gracias Ridge.
―De nada, preciosa.
―Es una lástima que no podamos ser amigos, podría…
―¡RIDGE!

Esa voz hizo temblar a Marianna de pies a cabeza, a pesar de que sólo la había escuchado una vez en su vida. El tono frío e indiferente, tan helado que le detenía la sangre en las venas, la hizo tragar saliva. Pero, gracias al cielo, pudo mantener la compostura antes de que Lance saliera delante de ella. Esta vez, ya fuese por su actitud o por el hecho de que no estaba sola, no la ignoró.

―¿Qué haces con ella? Ayer estaba en nuestro territorio, cazando sin autorización como "perro por su casa" ―reclamó con voz baja, contemplándola con una mezcla de desdén y bien disimulada sorpresa. Sin embargo, podía notar el escrutinio en esos ojos castaños.
―Lance, este no es nuestro territorio. Sólo le hacía compañía.
―Tsk, da igual, necesito qué…
―No, no da igual ―a pesar de que obviamente no era bienvenida, ella intervino en la conversación sin ser invitada ―, porque tú ayer me llamaste cría como si tal cosa.
―Perdona, pero eres una cría ―Lance hizo un mohín arrogante que le irritó de sobremanera ―no se le insulta a un cerdo por llamarle cerdo, ¿no?
―¿Entonces si te digo prepotente bueno para nada no te enojas?

Una chispa de rabia brotó en la mirada del lobo, que contra su voluntad le gruñó, enseñándole los dientes. Ridge parecía preocupado y la apartó de su camino para que no resultara herida, o al menos, lo intentó.

―No es una buena idea meterse con él, Marianna. Vete, por favor.
―Perro que ladra no muerde.
―Habla por ti, cachorra.
Allí, ella no aguantó más y con un salto hacia adelante, logró clavar sus colmillos en el pelaje del lomo, pero sólo unos breves instantes; de una sacudida, Lance logró quitársela de encima. Esta vez, la máscara fría había desaparecido y una ira sorda recorría cada fibra de su ser. No soportaba que le faltaran al respeto, ni aunque fuera una mocosa, perdonaría tal ofensa. ¿Cómo se le ocurría siquiera tocarlo?
Contra sus predicciones, ella pronto estaba de pie, mostrándole los colmillos.

Por un momento, un breve segundo, se sorprendió. Los ojos de la loba, antes castaños, ahora estaban purpúreos, brillantes y con una chispa que no presagiaba nada bueno. Había subestimado su fuerza… bah, no. Sólo necesitaba un ataque directo al cuello y…
Ridge frustró sus planes, colocándose entre ellos. Bueno, más bien, delante de Marianna.

―¿Qué demonios haces? ―inquirió, fúrico, mientras buscaba un hueco en su defensa. El no cedió.
―Sabes que vas a matarla si inicias.
―Cuanta confianza, tío ―intervino ella, aún gruñendo.
―Me da igual, Ridge. Ayer de intrusa, hoy de tonta; se lo ganó.
―Pues tendrás que pasar por encima de mí.
―No necesito que me defien…
¡Demasiado tarde! Ni terminar la frase pudo. Antes de que parpadease siquiera, ya ambos machos estaban enzarzados en una pelea donde su nuevo pretendiente llevaba la peor parte.

Era muy buen luchador, pero no se podía comparar con Lance, que ya había logrado sacar sangre a su pobre contrincante con el sólo filo de sus poderosos colmillos, que deslizaba entre la piel y pelaje de Ridge, rasgándole con suma facilidad. Las garras de sus patas delanteras encontraron el cuello de este, y cuatro marcas carmesí se formaron inmediatamente en él. En medio de su desesperación, su oponente sólo atinó a morderle el cuello para permitirse respirar algo de oxígeno, pero no pudo inmovilizar al híbrido demasiado tiempo; Ambos retrocedieron hacia atrás, para rondarse con gesto amenazador antes de volver a clavarse los dientes. Oyó el agudo gemido de Ridge taladrar el aire.

Estaba paralizada ante lo brutal de la pelea, demasiado sorprendida para poder mover un músculo; Con feroces gruñidos que retumbaban con un eco magnifico en el bosque, cada asalto era más cruel que el anterior, sin siquiera un momento de tregua. Podría distraerlo saltando sobre él otra vez, o quizás desviando el ataque hacia sí…
―¡Haz algo, demonios! ―gritó su conciencia.

Aún cuando su instinto le indicaba que salir corriendo de allí era lo más idóneo si quería sobrevivir, no podía dejar que mataran (o dejaran inválido) al joven que tan amablemente la había tratado. Contra su voluntad, en vez de echar a correr para estar a salvo, se arrojó sobre Lance, haciéndolo caer al piso. No era tan pequeña como se veía y pesaba bastante a pesar de su estilizada figura. Con saña ensartó
los dientes en una oreja de Lance, que, satisfecho de haber logrado que atacara, centró toda su atención en ella. Ridge, al borde de la inconsciencia, se quedó en el piso. Lo único que superaba su dolor era la angustia que sentía por Marianna.
Ambos se miraron un largo rato. Quizá un minuto entero, percibieron lo poco que se vislumbraba del alma ajena, pero se rompió el contacto visual cuando dejaron de rondarse para atacar. La loba trató de controlar su ira para ser ella quien lo hiriera y no los elementos que poseía….

Ser delgada era una constante desventaja, pues Lance podía atacar con fluidez sus puntos más débiles en un meno lapso de tiempo. Pero ella contaba con algo que él no tenía: Cólera en cada pelo de su cuerpo. Con ira arremetía en cada pedazo desprevenido que cogía, y no le iba tan mal como a Ridge. Mal que bien, estaban a la par, cada vez más agresivos, hasta que Lance oyó tronar algo dentro de la joven.
Una pata se había quebrado, bueno, él le había roto la pata.

El aullido de dolor fue breve y muy, muy agudo. Lance se estremeció; En algún rescoldo de su mente se sentía culpable. Una mordida por una fractura no era algo justo, incluso para él, eso sin contar los múltiples rasguños, mordiscos… sangraba por casi todos lados. Sintió lástima, pero en el fondo, lo carcomía un tanto la pena.
Ella trató de volver a atacar, pero retrocedió. El frío rostro mostraba ni un ápice de consideración; Qué le afectara era una cosa, que se lo dejara ver, otra muy distinta.

―Ya basta por hoy. Matar cr… no quiero mancharme las patas ―corrigió, previniendo otro ataque de histeria. Dirigió a Ridge una mirada que decía claramente "hablamos después", desapareciendo entre los árboles. Cojeaba.
Cojeaba, ¡por Dios! Era la primera vez que alguien se mantenía vivo… y enérgico luego de más de quince segundos luchando con él; merecía una segunda oportunidad.

Is this our destiny? - Cap 1.

Casi, casi, pero a pesar de ser un invertebrado, la mariposa monarca iba ganando la fingida batalla con la loba, volando fuera del alcance de su hocico. Esta parecía una cachorra; a pesar de su edad y contextura, se veían aún resabios de la infancia en su manera de brincar.
Debería estar cazando; una parte de su mente le decía que no estaba segura en aquel lugar. Otra le insistía que tenía que coger al insecto, pero este voló lejos y tuvo que resignarse. Olfateó por el aire sin demasiados ánimos. No estaba de humor para una persecución, pero el hambre comenzaba a pesar, y cuando tenía hambre, Marianna era la más peligrosa de las criaturas salvajes.

Liebres, no, demasiado pequeñas y orejonas, además, era una lata cuando se metían bajo tierra...Le provocaba un herbívoro grande y como satisfaciendo sus deseos, un venado joven e incauto pasó galopando frente a donde acechaba, notando demasiado tarde que no estaba solo en la pradera. Sus afilados colmillos no tardaron en estar goteando una cálida y deliciosa sangre.
Era extraña y estaba consciente de ello. Sabía que la mayoría de su raza cazaba en manada, pero ella no estaba hecha para esa vida. Además, ¿Quién la aceptaría con ese par de extrañas alas sobresaliendo? ¿Soportar burlas, discriminación y mordidas ocasionales a causa de su rebelión simplemente por comida? Jamás. Ya había pasado por bastante como para eso. No obstante, los lados negativos abundaban.

El aire se contaminó –no encontraba otra palabra para describirlo- de un olor desconocido y desagradable. Aferró a su presa con los dientes por el cuello, echándose hacia atrás para protegerlo, aunque tenía la sensación de que no iba a ser suficiente. A los pocos segundos, aparecieron entre los árboles. Eran tres -dos más grandes que ella- pero apenas si lo notó. El que estaba casi al extremo derecho, erguido con aparente indiferencia, fue el único que capturó su atención desde el momento que surgió tras los tupidos arbustos. En cuanto lo miró a los ojos Marianna, aunque no lo admitiría, supo que no era normal, y sintió como si una corriente eléctrica recorriera todo su ser.

―Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? ―siseó un macho enorme al lado del joven que había llamado su atención, haciéndola volver la vista.
―Estás muy lejos de casa, ¿No crees, pequeña?

La estaban rodeando contra los árboles. De pronto, la presa dejó de tener prioridad, y se arrebujó en busca de alejarse.

―Esto es territorio de LALALALALALA ―una hembra la miró con desprecio ―, y los forasteros no son bienvenidos.
―Sólo estaba cazando.
―No es excusa ―parecían dispuestos a acabar con ella ―, así que mejor lárgate por donde viniste.

Algo que jamás había tolerado era que le dieran órdenes los extraños, mucho menos aquellos prepotentes que se creían más que el resto. Enseñó sus dos armas con furia y retrocedieron un poco. Estaba a punto de morder al más cercano cuando el joven lobo abrió el hocico; sin embargo, sus palabras fueron tan poco alentadoras como irritantes, pero lo suficientemente firmes para que obedeciera.

―Déjenla irse en paz, no es más que una cría.