domingo, 17 de julio de 2011

Fic de San Valentín - Cap 1 ♥

El tono de su celular, informándole que la estaban llamando, la despertó de su sueño profundo luego de varios intentos. Las gruesas persianas no dejaban filtrar la luz solar, pero el despertador digital en la mesita de noche (desactivado los fines de semana), marcaba con fluorescente verde las 9:13 am.
Bostezó antes de hacer click en el botoncito contestar.

——¿Hola…?
——¿¡CÓMO PUEDES HABERTE DESPERTADO A ESTA HORA?! ——era imposible no reconocer la vocecita chillona. Soltó un suspiro, poniéndose la mano en los ojos ——. ¡Es un día muy importante!
——Apenas sé que hora es y me sales con eso…
——Es catorce de febrero, Marianna.

Trató de recordar que significaba eso mientras se rascaba la cabeza, enmarcada por esa alborotada cabellera entre castaño dorado y café. A ver, no recordaba que fuera cumpleaños de nadie, ni velorios… oh. Día del consumismo masivo internacional. Se dio un fuerte golpe en la frente; el chasquido hizo eco en la habitación.

——Vaya…
——¿Qué tienes planeado para hoy?
——Pensaba dormir hasta medio día, e ir al cine, pero ha de estar lleno de estúpidos haciendose arrumacos… Así que ahora dormiré hasta la una e iré a pasear a la playa ——se encogió de hombros, como hubiese hecho de estar su interlocutora presente.
——¡Vamos! ¿acaso no tienes…? ——la voz de su amiga sonaba incrédula, casi burlesca, al realizar la típica pregunta de todos los años.
——Te voy a decir lo mismo de siempre; No tengo novio. Tú dirás que como una muchachacha tan hermosa, inteligente y talentosa sigue soltera, yo te diré que mejor sola que mal acompañada y te invitaré a desayunar al mall para quitarme ese tema de encima.
——Entonces, ¿A las nueve y cuarenta en el café de siempre? ——Se rió la joven a través del teléfono. Si qué la conocía.
——Allí estaré.

Colgó sin esperar una despedida, dejando el móvil tirado en la cama al levantarse. Abrió de par en par las cortinas, parpadeando repetidas veces ante la cegadora luz. Argh. Como le desagradaba el día de San Valentín; no tenía nada en contra del romance, pero la cursilería le daba un asco intenso. Luego de arreglar la cama fue a darse una ducha con agua fría para terminar de despertarse, lavándose el cabello. A veces, Rita la hacía pensar en cosas estúpidas…No podía negarlo, era egocéntrica. Pero no podía ser tan desagradable estar enamorada, aunque sin experiencia era estúpido opinar. Sacudió la melena mojada para alejar esos pensamientos de su mente antes de que echaran raíz cual mala hierba.

Antes de irse a vestir, admiró por unos momentos la vista panorámica de su departamento; había vivido con sus padres durante mucho, pues quería mudarse a un lugar como ese, no salir de su cálido hogar a un hoyo cualquiera. Las paredes de la sala de estar tenían amplios ventanales transparentes que las cubrían casi en su totalidad, dando a la estancia un toque vivo, alegre.

Le fascinaba ese lugar, a pesar de estar entre el ajetreo de la gran ciudad.

Se puso lo más cómodo que encontró sin pensarlo mucho, dejándose suelta la cabellera, con apenas crema de peinar (total, secarse naturalmente le daba un aspecto de “rebeldía controlada” que adoraba). Se colocó sus audífonos, se roció un poco de perfume, cepilló sus dientes y salió del apartamento con gesto optimista.
Afuera, el clima era su favorito; delicioso frío. Aunque estaba algo arrepentida de no llevar más que una playera y su típica bufanda, las estupideces a su alrededor bastaban para distraerla. Peluches, regalos, globos estáticos, chocolates… ow, con lo mucho que le gustaban. Varios hombres se le quedaron mirando en el camino, pero no se percató.

Rita la estaba esperando en la mesa de siempre, con dos capuccinos, una gaseosa de uva y dos ensalada de frutas frescas. Le dirigió la más feliz de sus sonrisas antes de saludarla.
——Salvaste mi vida; si comía cereal una vez más, vomitaría ——bromeó, sentándose.
——El trabajo te consume ——la regañó, mirándola comer con delicado desespero ——, deberías descansar.
——Igual lo adoro ——ella le guiñó un ojo ——, ¿sabes que hermoso es trabajar en una librería que te da turno en la tarde…? Estudias en la mañana, haces los deberes en el trabajo…
——Y duermes ocho horas y media ——culminó su amiga, meneando la cabeza ——. No entiendo como lo logras. Yo apenas si puedo estudiar tranquila.
——La necesidad…
Bebió un sorbo del refresco con lentitud, degustándolo.

——¿Con quién pasarás el día de San Valentín?
——OH, con Julio, por supuesto ——Rita puso ojos soñadores y allí pasó de ser una conversación a un monólogo, lo cual, tomando en cuenta el “gran interés” que tenía Marianna en este tema, era una suerte. Ella adoraba a su mejor amiga, pero cuando decía tantas estupideces lo mejor era ignorarla. Ambas disfrutaban de la mutua compañía; La pelinegra, hablando de sí misma, la otra, esuchándola a medias.
Tenía los audífonos en la mano, y en esta apoyaba la sien; truco viejo.
Dijo algunos monosílabos, contó algo sobre su semana y se fue cuando comenzó el mal tiempo, deseándole suerte en su cita.

Apenas se retiró, comenzaron a caer intensas gotas de lluvia sobre ella. Soltó una maldición en voz alta, guardando el Ipod en la bolsita de plástico cerrable que siempre llevaba encima. ¿Qué podía hacer?
Observó a varias chicas correr como desesperadas, con miedo a que se cayera su planchado (al menos, eso chillaban). Hizo un gesto de desagrado, caminando por un sendero que cruzaba el parque.Este llegaba hasta su edificio. Iba a paso normal, temblando de frío, pero disfrutando de cierta manera como caía agua fresca en su cabeza caliente de reflexiones molestas; adoraba ese clima.
Estaba entre el regocijo y el desagrado cuando dio de lleno en contra alguien, dándose un buen golpe no sabía donde. Trató de no caerse, antes de levantar la mirada,molesta.

La capucha no la dejaba divisar cómo era aquel descuidado, sin embargo frunció el ceño.
-¿Porqué no te fijas por dónde vas? –reclamó, disgustada. Entonces, él la miró directo a los ojos. Wow. Algo dio a retorcer su estómago, sintió acelerar su corazón. Pero su orgullo no bajó un ápice.
Por más guapo que fuese, no tenía derecho a atropellarla.
-Si tú tenías la vista al frente, ¿entonces porqué no te desviaste para no chocar conmigo? –le respondió con un tono lleno de irritación.
-No tengo porqué desviarme sólo porque un idiota no puede ver por dónde va o es demasiado imbécil como para apartarse…

¿Por qué la estaba mirando tanto? ¿estaba tonto o qué? Sintió una ojeada bajar desde la blusa hasta la punta de sus botas, volviendo a sus labios con celeridad. No entendía que le pasaba al muchacho, pero a decir verdad, tampoco era de su incumbencia. Aunque estaba lo suficientemente bueno como para que le pertubase un poco, no tanto como para que tomase un resfriado al empaparse más.
-A un lado,quita esa cara de estúpido y déjame pasar.

Al no haber reacción de su parte, lo rodeó con rapidez, avanzando por la calle. Estaba bastante cerca de su hogar y al doblar en una esquina dejó de sentir los ojos fijos tras de sí.
En el ascensor, cuyo piso chorreaba agua gracias a ella, no podía dejar de pensar en el extraño encuentro. Sino hubiese tenido ese tono tan idiota… aquellos labios provocaban ganas de algo más que un beso en la mejilla, y sus ojos… ewk. ¿Qué demonios estaba pensando, joder?
Se daría un baño apenas entrar. Un baño muy,muy largo.



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-Debiste estar alucinando, en esta zona de la ciudad no hay tíos tan guapos…
-Qué no era alucinación, joder… eh, oigo la voz de tu novio reclamando, más tarde te doy detalles, chau.

Colgó sin despedirse, otra vez, volviendo a pasarse las sábanas verdes sobre la cabeza. Dios, temblequeaba de arriba abajo, y lo peor de todo es que en parte no se debía al frío. El encuentro con el joven irritable había turbado más que su salud (aunque el resfriado no se acrecentaría sino hasta dentro de unos dos días). No tenía la más perra idea que hacía allí, echa una bola dentro de su pijama favorito, pensando en que tal besaba el moreno ese.
Oh, por, dios. Que soberana estupidez; Debió mandar a la mierda la salud y bañarse con agua fría, helada, o mejor aún, desnudarse en la calle para darse allí mismo una ducha. Pero no podía quitárselo de la mente, así como tampoco podía apartar el brillo de sus ojos, el tono de su tez, el olor de su piel, percibible aún a través de la lluvia.

Aferró el conejo de peluche con expresión de puchero e infantil desagrado. No creía en el amor a primera vista…
…Pero, obviamente, la obsesión al primer vistazo existía. Estaba siendo víctima de ella.

Aún llovía; según la tele, el clima o cambiaría hasta dentro de una hora, o más.Los planes de irse a pasear se fueron al bote, pero tampoco podía quedarse de parásito todo el día. Armada con un suéter grueso, jeans y pantuflas, encendió el horno, poniéndose a cocinar.
El olor a pastelitos prontó inundó la estancia, haciendola relamerse de puro gusto; Seguro el azúcar la haría olvidar a su pequeño gran incidente.

A pesar de no haber crecido en la pobreza, desde pequeña, sus padres la habían enseñado a ser autosuficiente, creándole una ideología de vida de “el dinero es importante, pero no lo es todo en la vida”. Ya a los nueve años cocinaba, lavaba los platos con su mamá, ayudaba a su padre en el taller e intentaba barrer la casa, aunque nunca fue buena porque le daban ataques de alergia las nubes de polvo.
Una de las razones por las cuales con apenas 17 años ya tenía vivienda propia.

Ay, mierda. No tenía glaseado. ¿Qué eran muffins sin glaseado? Se chocó la frente con la palma, como tenía de mala costumbre, mirando por la ventana. Ahora, el tiempo estaba bastante mejor; incluso, tentador para salir. Se cambió las pantuflas por unos zapatos, atándose un cinto en el cabello, sin maquillaje. Total, no iba demasiado lejos.
Por alguna razón (quizás una loca empapada montada en él), un elevador no funcionaba y no quería espera el otro, así que bajó corriendo las escaleras sin pensarlo mucho. Sus zapatillas hacían eco en las paredes de cerámica.

Los charcos reflejaban la luz brillante del sol, cuya tibieza rozaba sus mejillas con agradable reconforte. La tienda le quedaba cerca; además del glaseado, adquirió almendras, galletas, chicles y uno que otro chocolate, además de una caja de bombones que compartiría únicamente por su estómago. Ya en el camino iba comiéndoselos.
Otra vez a subir escaleras. Esta vez fue más lento debido a los paquetes, deteniéndose de vez en cuando para jadear histriónicamente. Los vecinos discutían, veían televisión e incluso oyó un grito ahogado que no quería saber de dónde provenía. En el piso cuatro, sin embargo, una voz captó su atención, haciéndole asomar la cabeza por el pasillo.

Se quedó de piedra. Charlando con el señor Hoffman, estaba el mismo muchacho que se negaba a salir de su cabeza y que, al cabo de unos segundos de no apartar la mirada, volteó a verla…con su boca llena de chocolate en las comisuras, el cabello alborotado, y las manos cargadas de paquetes, como una universitaria desesperada.

-Trágame, tierra.

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