domingo, 17 de julio de 2011

Fic de San Valentín - Cap 2 ♥

Se quedó allí parada. ¿Estaría alucinando…? Bueno, pues su alucinación caminaba hacia a ella con un paso que daba un poco de miedo, al menos debería dárselo. Pero seguía demasiado embobada, con su cabello, sus ojos, su cuerpo. Los labios tensados en una mueca, aún así, se veían provocativos. Ladeó la cabeza imperceptiblemente y unos cuantos mechones de cabello le cruzaron el rostro.

-Sé que no me esperabas...más aún, no me deseabas aquí, pero tuve mis motivos para veir hasta acá. Primero que nada, perdón por ser descortés el otro día, estaba muy estresado y no tuve intención de tropezarte...Soy Lance, mucho...gusto...-Había comenzado a temblarle la voz. Eso le pareció bastante extraño.
Ella enarcó una ceja, mirándolo atenta. Seguía como clavada al piso sin saber que responderle. Inhaló hondo un par de veces, se tragó el chocolate y se limpió las comisuras de los labios con la lengua, desviando sutilmente la mirada. Como pudo, acomodó mejor las bolsas que llevaba encima y le devolvió la sonrisa sin trabas.

-Creo que te estás tomando el asunto muy en serio -había un ligero tono rosáceo en sus mejillas, aunque demasiado sutil para ser considerado un sonrojo -, además, fui yo la que actué grosera desde un principio...Y mi nombre es Marianna. Te daría la mano pero -soltó una pequeña risita apenas notable-, mancharía el piso de chocolate.
No entendía cual era su interés en una persona que había conocido algunas horas, la verdad, ni tampoco porque estaba tan nervioso. Ella tenía su carácter desinteresado de siempre, aunque le dificultaba mantener una pose unánime con tanto bolsero encima, y además, estaba demás perturbada por esa mirada penetrante, la cual tenía que alzar un poco la cabeza para seguir, lo cual le resultaba extraño, porque tenía una altura un poco menos promedio que el resto de las chicas.
Sin embargo, Lance no se veía muy cómodo con la situación.

-¿Podría ayudarte?
No pudo haber dicho unas palabras más acertadas. Sus ojos ya de por si luminosos brillaron, casi con chispa, se le subió la sangre a la cara y con una sonrisa de oreja. Extendió hacia él la gran mayoría de bolsas, con unas ganas inmensas de darle un millón de veces las gracias. Ya con las manos libres, se recogió el cabello en una coleta alta, que la hacía ver más niña de lo que en realidad era.

-Y...bueno... ¿En qué piso se encuentra tu apartamento?
-Es en el 10, pero el ascensor está descompuesto...así que...-Bajó la mirada, apenada. Estaba abusando de su cortesía al hacerlo subir tantas escaleras con esa montaña de comida encima.
-¿Habrá que subir utilizando las escaleras? No hay problema, me gusta ejercitarme.
-Bueno. Está bien-le tembló ligeramente el párpado derecho, como un tic de animé-Las escaleras que llevan a mi departamento están por aquí, sígueme.

Comenzó a caminar alegre hacia ellas, aún sonriente. Le alegraba tener a alguien que la ayudara; allí, en ese lugar, no podía estar confiando mucho en los hombres, pues, como decía su madre, “jamás daban nada sin pedir nada a cambio”. Su padre estaba al lado en aquel momento y ambos se echaron a reír, pero ella sabía que lo decían bastante en serio. Estaba consciente de que llamaba la atención, también de que los tipos de por allí estaban buenísimos, y a más de uno… perdió el hilo de sus pensamientos al sentir una mirada tras de sí, pero prefirió quedarse callada.
Su cabello se movía con cada escalón. Estaba meditando si voltear o no, pero si miraba a Lance con la vista fija en su trasero… Bueno, si era imbécil al menos sabía disimularlo, pero no quería llevarse una
impresión desagradable. Volvió a desconcentrarse al oír una especie de “truck”, volteando rápidamente la cabeza, preocupada. Casi había tirado el glaseado, pero por lo demás se veía bien, aunque demasiado avergonzado para ser chico.



-Vaya tropiezo ¿Estás bien? Ya casi llegamos, pero si gustas podemos...-
-¡No!- el grito se oyó en todo el lugar. Marianna “peló” los ojos -Es decir...no, está bien así, continuemos, no sucede nada.
Lo observó levantarse como una saeta, subiendo cual bólido los escalones hasta llegar a su corredor. Ella le siguió a una velocidad más humana, entretenida con el espectáculo. Casi riéndose, ignoró su desespero, caminando hacia el chico.
-Lo siento...debí esperarte. No sé que me sucede.
-No te preocupes, te veías muy emocionado, así que no te detuve. Es por aquí.
Caminaron el corto tramo hacia la puerta blanca, aunque llevaba ventaja. Sin darle mucha importancia al extraño comportamiento, buscó las llaves en su bolsillo derecho, al fondo. Cuando trató de sacarla, ésta cayó al suelo, muy cerca de uno de los pies de Lance, que se inclinó para tomarla, pero al tiempo que iba a cogerla, su mano rozó suavemente con la suya. De nuevo se quedó como estatua, mirando fijo a un punto inexistente entre su blusa, la puerta y los instrumentos.
Esperando a que reaccionara se quedó allí, medio agachada. De nuevo, su reacción fue lo suficientemente poco ortodoxa como para hacerla reír; parecía un niño asustado ante la pequeña que le gustaba… ewk, eso era una mala comparación, pues ella no sabía si había similitudes entre eso y…

Lo oyó suspirar.

Sin más entró a su casa, sintiéndose aliviada, en su terreno. Gritó un sonoro “Adelante, puedes pasar”, esperando oír la reja cerrarse. Apagó el horno que había dejado encendido con total tranquilidad mientras se quitaba el suéter, quedándose en una musculosa blanca.

Y otro suspiro.

-Deja los paquetes acá, ven.
Lance parecía bastante reacio a pasar, así que lo cogió de la manga, ayudándolo a descargar los productos, haciendo como si no notase el leve rubor de su compañero. Guardó todo lo que no iba utilizar hasta que la alacena quedó un tanto rebosada, casi desbordándose.
-Puedes sentarte… allá –señaló el sofá negro en medio de la sala con tranquilidad -, yo tengo que terminar de cocinar esto, así aprovechas y me dices como quedaron.
-Vale…

No fue a verificar si se había sentado o no. Se limitó a decorar sus postres con esmero, dando una que otra probada traviesa. Estaban calientes, pero no lo suficiente para quemar, y vertió en sendos vasos de cristal una generosa cantidad de gaseosa de uva con hielo. Con un equilibrio justo llevó el postre hasta la sala en una bandeja, poniéndolos frente a su extraño visitante, que se veía algo cohibido.
-Espero te guste… -con una sonrisa adorable, se situó a su lado, ya mordisqueando uno de los pastelitos -, y bueno, Lance, dudo que hayas venido acá solo para disculparte, ¿o me equivoco?
-Eh, bueno…yo…
-Por favor, tranquilo. Yo no muerdo… mucho –le guiñó un ojo, sorbiendo refresco.
Muy al contrario de apaciguarse, el chico pareció más alterado. No pudo evitar querer perturbarlo más, pero eso ya sería abuso. La idea le agradaba mucho…

-Linda casa –atinó a murmurar Lance, bajando la mirada hacia la bebida.
-Gracias. Por cierto, ¿de dónde eres…? Tú acento es muy guay para ser de aquí.
-I-italia.
-¡Oh, Italia…! –ella no se daba cuenta de qué aquello era prácticamente un monologo, porque su acompañante no dejaba de temblar y desviar los ojos; estaba muy entretenida con su comportamiento -, es uno de los países más bellos del mundo, aunque, claro, nada supera a Madrid… eh, mira, te has manchado las comisuras de chocolate.

Con una delicadeza prácticamente nula, se acercó, servilleta en mano, frotándole cerca de los labios para quitar los restos. Por su parte, el moreno estaba paralizado, con los ojos abiertos en su totalidad. Lance entreabrió los labios por el susto. Tardó algunos segundos en reaccionar pero apenas lo hizo, se apartó con brusquedad, dejando a la joven limpiando el aire. Marianna ignoró eso, por completo.

-¡Listo! Ahora, si pudieras decirme porque has venido…

Lance miró hacia la pared unos minutos más en lo que las palabras se acomodaban dentro de su cabeza. Nunca se imaginó que le hicieran esa pregunta, al menos, no directamente. Se mordió el labio un tanto fuerte, y su corazón volvió a latir frenéticamente, como si estuviese a punto de salírsele del pecho, sentía que algo lo quemaba por dentro...pero era ella. Su presencia, su tacto, su
voz...todo lo que tuviese que ver con ella lo ponía en un estado anormalmente inestable. Apretó uno de los puños fuertemente y tomó aire, volteando su mirada hacia ella y viéndola por fin a los ojos, dispuesto a responder con absoluta sinceridad

-¿Por qué preguntas...? La respuesta es simple, y creo que también tienes una vaga idea del porqué, aunque no quieras verlo por ese lado y estés evitándolo al igual que yo durante toda la tarde desde el momento que te miré a los ojos.
La joven alzó las cejas, completamente perdida. No le captaba, al menos, no del todo…
-Perdona, pero no te entiendo… ¿quieres decir que te gusto?

Estaba atónito. Después de habérsele prácticamente declarado, ella no lo había terminado de comprender a la perfección. Se llevó una de sus manos a la cabeza, haciéndose a un lado el cabello que le caía en la frente; sentía que la cabeza le había empezado a zumbar hasta que ese zumbido se convirtió en un dolor bastante molesto e incómodo. Apretó la mandíbula con fuerzas y se paró del sillón, llevando a cabo la misma acción con los puños; más que apretarlos de enojo o ira, lo hacía debido a la desesperación. Debía acabar con todo ese embrollo en el que se había metido, y así lo haría...de una vez por todas.

Marianna seguía mirándole con un gesto que podría llamarse inocente. Se acercó lo más que pudo a ella, inclinándose luego un poco hasta dejar su rostro muy cerca del suyo, mirándola fijamente a los ojos. Luego tomó lo tomó suavemente entre sus manos; no sabía si con miedo o con precaución y entrecerró los ojos, para luego posar sus labios suavemente sobre los de ella, haciendo una leve presión. Era un beso precavido, hasta cierto punto tímido, ya que no sabía cuál sería la reacción de la muchacha. Terminó con un suave jugueteo de labios, y lentamente retiró su boca de la de Marianna, con un leve tono rosáceo en toda su cara.

La muchacha parecía de piedra, pues aunque no lo había rechazado, aún estaba con todos los colores subidos a la piel de perfil, lamiéndose inconscientemente el contorno de su boca. Tenía la mirada fija en Lance.

-Espero que con esto entiendas lo que quise decir,ahora,si me disculpas...debo retirarme, aún tengo cosas que hacer antes de que termine el día- le habló sin mirarla a los ojos, no se atrevía, sólo quería desaparecer de ahí, olvidar todo lo sucedido. Comenzó a pensar que desde un principio, debió quedarse en casa leyendo alguna revista o viendo algún programa de chismes.
Se dirigió a paso veloz hacia la puerta, girando rápidamente el cerrojo para abrirla en el menor tiempo posible. Salió de la habitación, y de un suave pero sonoro golpe, cerró la puerta del apartamento.
Marianna estaba casi paralizada. ¿La había besado?

¿¡Y QUÉ DEMONIOS HACÍA ELLA TIRADA EN EL SOFÁ COMO UNA IDIOTA?!

-¡LANCE, espera! –jadeó, levantándose con desespero. Resbaló un poco en el suelo antes de salir (forcejeando con la cerradura). Oyó el eco de sus pies en las escaleras y los siguió como desaforada, arrojándose sobre él. El chico apenas tuvo tiempo de voltearse, atónito, antes de que ella le aprisionara contra la pared, buscando su boca con ademán necesitado.
Este beso si no tenía nada de “tímido”, porque ella si conocía su reacción, y estaba divertida al ver como se vería esa escena desde afuera, aunque pronto desapareció el mundo a su alrededor.
Lance solo pudo rodear la cintura de la joven con sus brazos. En cuando separó sus labios de los de la chica, contempló que en su rostro se dibujaba una sonrisa traviesa; parecía que más que sorprenderla o avergonzarla aquella acción, la divertía. No quería preguntar qué había sido eso, simplemente, supo lo que tenía que hacer; había encontrado a la indicada. Deslizó su mano dentro del bolsillo de su pantalón, sacando el boleto para el baile y extendiéndolo hacia Marianna, sin poder evitar sonrojarse nuevamente.

-Creo que...no hace falta explicar lo que trato de decirte...-Bajó la vista, mirando hacia la pared nuevamente. Aún lo avergonzaba mirarla a los ojos directamente, temía que invitarla a un baile sonara cursi o demasiado exagerado para sus gustos. Marianna tomó el boleto, mirándolo sin decir nada. Mientras ella contemplaba su invitación, tragó saliva, preparándose para fuera cual fuera su respuesta después de todo lo sucedido.
Ella, sencillamente, volvió a besarle con descaro.

-Pasa por mí a las ocho o eres hombre muerto.

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