domingo, 17 de julio de 2011

Fic de San Valentín - Cap 3 ♥

-¿¡CÓMO CONSEGUISTE ENTRADAS PARA ESE BAILE?
Era extraño. No entendía como Rita estaba taaan desesperada por aquello, pero seguro que vendrían más preguntas aparte de esas, así que esperó, alejándose el auricular del oído a una distancia prudencial. ¿Era necesario tanto grito?
-Espera –soltó un bufido, una especie de sonido incrédulo -, ¿TÚ tienes una cita…? ¿No es solo un touch and go?
-Oh, vamos, Reet…
-Marianna, no te ofendas, pero eres alérgica a las relaciones de más de una noche.
-Ese no es el caso. Este tipo está buenísimo –soltó un suspiro, revolviendo en su clóset para dar con algo digno para la ocasión, sexy, algo… Perfecto era la palabra para describir el vestido que acababa de encontrar. No sería la primera vez en su cuerpo, pero era uno de sus favoritos -, es guapo, tiene el cabello largo, como pasado de moda, pero se le ve lindo, un cuerpo en excelente forma y unos labios…
-La ensalada de fruta que te brindé tenía algún alucinógeno –se quejó Rita, haciendo ostentación de su histrionismo.
-¿Las alucinaciones besan tan bien, guapa?
Ambas se echaron a reír.
-Ann, Julio me llama, diviértete en tu baile, adiós.

Y le colgaron, por primera vez en todo el día. Seguía sonriente cuando se quitó los jeans y el suéter para entrar a la bañera; faltaban tres horas para el baile, pero le apetecía relajarse. A pesar de que se había bañado dos veces, no le parecía correcto salir sin darse al menos una ducha. Luego sufriría por las arrugas prematuras, y todas esas cosas que hablaban las viejas sin vida social en el canal de salud (qué, por cierto, daba pésimos consejos).
Duró un largo rato en la tina, entre burbujas que reventaba con infantil entusiasmo. Se arregló todas las uñas, dejándoselas perfectamente limpias. Al salir de la ducha, impecable de pies a cabeza, se puso la ropa con paciencia, detallándola para evitar imprevistos a la hora de “la acción”. El lazo estaba presentable, las costuras en buen estado, el color brillante gracias al cuidado al que sometía sus prendas para conservarlas.

Por costumbre morbosa, también la ropa interior era muy bonita; el típico cliché de encaje rojo.
El cabello… la mayoría de las chicas se lo planchaban, pero ella adoraba su melena al natural. Lo peinó de distintas maneras, preguntándose como luciría mejor. Suelto se alborotaría más de la cuenta y aunque lo adoraba, no era acorde con la ocasión; Optó por un moño alto que dejaba caer algunas ondas en sus hombros desnudos. Un perfume suave, algo de crema humectante para las extremidades, maquillaje que resaltaba los ojos. ¡Listo!

-Ce’st manifique. Molo.
Se sentía una especie de diva, mirándose de distintos ángulos en el espejo de cuerpo completo, pero esa sensación le pareció ridícula a pesar de estar orgullosa del resultado. Taconeó con fuerza hasta el otro lado del departamento; faltaban os minutos. Vaya. Había tardado más de sus cálculos al arreglarse. Cogió su bolso de mano (donde llevaba una navaja, condones, dinero, entre otras cosas) recostándose del mesón con gesto alegre, hasta que sonó el timbre.

Le hizo esperar unos segundos (otra manía) antes de abrir.

Había superado todas sus expectativas; De no haber tenido planes futuros, se lo estaría comiendo en un sentido literal en ese mismo momento. Su atuendo no podía ser más acertado –aunque un smoking no le habría lucido nada mal-, combinada con su cabello inusual y su expresión… Bleh. Parpadeó para quitar las imágenes más morbosas de su mente, sonriendo de manera amplia, pícara, risueña, dándole una cálida bienvenida con solo sus ojos.

-Te ves muy linda –atinó a decir su compañero, mirándola de arriba abajo.
-Gracias, lo sé.

Dio una media vuelta para que pudiera admirarla mejor, y a Lance se le subieron los colores a la cara, para su entera satisfacción. Le extendió la mano como gesto caballeroso; ella, aprovechándose de la situación, la tomó, halándola para robarle un beso. Por suerte, llevaba el gloss en la cartera, ya que no podía evitar gastarlo en Lance. Hizo ademán de alzar la pierna, como en las películas. Él aún estaba medio sin habla cuando subieron al ascensor. No parecía demasiado acostumbrado a aquellas lides, pero ella estaba dispuesta a ser su maestra sin problema alguno.

-Y bien, ¿en qué calabaza iremos, señorito Lance?
-Emm…Espera a que lo veas. Creo que te gustará…

La planta baja estaba llena de gente: Sus vecinas esperaban a sus novios para la clásica salida nocturna en san Valentín. Adolescentes normales que se comían a su pareja de baile con la mirada, y algunas sobre ella, incluso. Tanto de rabia de parte del grupillo, como de parte de Lance, tratando de encontrar algún atisbo de ¿celos? En sus ojos. Podría buscar toda la noche y no encontraría nada, total, ¿Quién lo tenía de pareja? Ella. ¿A quién había besado? A Ella.
¿De qué les valía ver y no comer? Les dedicó la más prepotente de las risitas antes de salir del edificio… cuando posó su mirada en la preciosísima “nave” roja frente a sus ojos.

-¿Es este…? –Lance asistió, apresurándose, al parecer para abrirle la puerta, pero ella saltó dentro, como en las películas. El vestido no alcanzó a cubrirle mucho, y pudo ver algo más que las esbeltas piernas… el culot era negro. ¿En qué demonios estaba pensando?
-¡QUE PRECIOSIDAD!
Estaba causando el efecto opuesto; Ahora, parecía más impresionada con el coche, que ni suyo era, qué con él. Excelente.
-Oh, lo siento. Es que, adoro los autos… Aunque, no puedo besarlos, o al menos, no me responden.
Le abrió la puerta desde adentro. Lance se subió al auto con gesto tímido y ella, con toda la desvergüenza de su repertorio, se recostó de él, cómodamente, incluso cuando arrancó. De alguna manera, el silencio no era incómodo, además, iba admirando la hermosa ciudad. Madrid de noche era un espectáculo de luces y colores; se veían cosas que de día jamás hubiese imaginado. Aunque no era la primera vez que daba un paseo nocturno, jamás se había detenido a admirad tanto las calles, la gente… todo. Estuvo bastante distraída hasta que llegaron a una especie de local, aún más lujoso que su edificio. Eso ya era demasiado decir.
La gente que iba entrando bajo el enorme letrero de “Baile de San Valentín” lucía muy estirada, plástica, como decía su madre. Algunos incluso tenían vestidos tan… eso era de mal gusto por cualquier lado por el que se le viese. ¿Fucsia y amarillo? ¿Era broma?
Aferró la mano de Lance más fuerte, no tan segura como había estado hacía ya muchos minutos. Con sutileza debido a los nervios, su pareja le rodeó la cintura con el brazo antes de entrar.

El lugar por dentro era interesante, por decirlo así. No entendía como harían las muchachas con vestido “tipo-cenicienta” para bailar, pero por el momento, su atención estaba dividida entre Lance y la barra de la esquina, en donde una botella de vodka parecía brillar con luz propia, sin embargo, no sabía si a él…

-¿Te gustan los etílicos?
-Yo invito.
Extendió los brillantes labios en una sonrisa falta de recato. Caminó rápidamente hacia el lugar, aún sujetada de él.
-Dos vodkas con fresa, por favor –el cantinero se las sirvió y pasó con rápida eficacia, a pesar de que sus ojos se detuvieron en el rostro de Marianna unos segundos. Ella cogió las copas de coctel, aún sonriente, y le dio una a Lance.
-Por la obsesión a primera vista, los chicos italianos sexys y los deportivos rojos.
¿Había habido alguna vez un brindis tan raro…? Sin embargo, el también se dejó llevar. Una media sonrisa decoró su rostro antes de que diera el primer trago.

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