domingo, 17 de julio de 2011

Is this our destiny? - Cap 1.

Casi, casi, pero a pesar de ser un invertebrado, la mariposa monarca iba ganando la fingida batalla con la loba, volando fuera del alcance de su hocico. Esta parecía una cachorra; a pesar de su edad y contextura, se veían aún resabios de la infancia en su manera de brincar.
Debería estar cazando; una parte de su mente le decía que no estaba segura en aquel lugar. Otra le insistía que tenía que coger al insecto, pero este voló lejos y tuvo que resignarse. Olfateó por el aire sin demasiados ánimos. No estaba de humor para una persecución, pero el hambre comenzaba a pesar, y cuando tenía hambre, Marianna era la más peligrosa de las criaturas salvajes.

Liebres, no, demasiado pequeñas y orejonas, además, era una lata cuando se metían bajo tierra...Le provocaba un herbívoro grande y como satisfaciendo sus deseos, un venado joven e incauto pasó galopando frente a donde acechaba, notando demasiado tarde que no estaba solo en la pradera. Sus afilados colmillos no tardaron en estar goteando una cálida y deliciosa sangre.
Era extraña y estaba consciente de ello. Sabía que la mayoría de su raza cazaba en manada, pero ella no estaba hecha para esa vida. Además, ¿Quién la aceptaría con ese par de extrañas alas sobresaliendo? ¿Soportar burlas, discriminación y mordidas ocasionales a causa de su rebelión simplemente por comida? Jamás. Ya había pasado por bastante como para eso. No obstante, los lados negativos abundaban.

El aire se contaminó –no encontraba otra palabra para describirlo- de un olor desconocido y desagradable. Aferró a su presa con los dientes por el cuello, echándose hacia atrás para protegerlo, aunque tenía la sensación de que no iba a ser suficiente. A los pocos segundos, aparecieron entre los árboles. Eran tres -dos más grandes que ella- pero apenas si lo notó. El que estaba casi al extremo derecho, erguido con aparente indiferencia, fue el único que capturó su atención desde el momento que surgió tras los tupidos arbustos. En cuanto lo miró a los ojos Marianna, aunque no lo admitiría, supo que no era normal, y sintió como si una corriente eléctrica recorriera todo su ser.

―Vaya, vaya, ¿Qué tenemos aquí? ―siseó un macho enorme al lado del joven que había llamado su atención, haciéndola volver la vista.
―Estás muy lejos de casa, ¿No crees, pequeña?

La estaban rodeando contra los árboles. De pronto, la presa dejó de tener prioridad, y se arrebujó en busca de alejarse.

―Esto es territorio de LALALALALALA ―una hembra la miró con desprecio ―, y los forasteros no son bienvenidos.
―Sólo estaba cazando.
―No es excusa ―parecían dispuestos a acabar con ella ―, así que mejor lárgate por donde viniste.

Algo que jamás había tolerado era que le dieran órdenes los extraños, mucho menos aquellos prepotentes que se creían más que el resto. Enseñó sus dos armas con furia y retrocedieron un poco. Estaba a punto de morder al más cercano cuando el joven lobo abrió el hocico; sin embargo, sus palabras fueron tan poco alentadoras como irritantes, pero lo suficientemente firmes para que obedeciera.

―Déjenla irse en paz, no es más que una cría.

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